Adultos de referencia

Adultos de referencia

Llamamos “adultos de referencia” a aquellas personas de nuestra confianza que conocen a nuestros hijos y los quieren de un modo especial.

Estas figuras afectivas nos pueden ayudar mucho a la hora de educar y dirigir a nuestros hijos.

Compartir la responsabilidad a la hora de guiarles, o contar con otros puntos de vista y con buenos consejos, nos libera de la pesada carga de las preocupaciones que acarrea la responsabilidad de  educar. Pero este tipo de relaciones de confianza no sólo son buenas para nosotr@s, sino que pueden ser muy beneficiosas, e incluso necesarias, para los niñ@s.

Todos tenemos amigos o familiares a los que nuestros hij@s quieren o admiran de una forma especial  y es una buena idea ayudarles a crear con ellos una relación sólida para que descubran que pueden confiar en otros adultos, que hay otras personas a las que siempre pueden acudir. Y esos adultos se convierten en  “padrinos” o “madrinas” en un sentido no religioso ;o) sino casi de cuento “had@s madrin@s”… o padrin@s”

Nosotros tendremos la tranquilidad de que nadie les va a acompañar, escuchar o dirigir con más cariño. Y esa amistad que “forjan” con nuestros hijos cuando son pequeños, aunque no se establece en términos de igualdad, les permitirá hablar y buscar consejo de alguien responsable, cuando llegue la adolescencia, si en algún momento necesitan ayuda u orientación y no se atrevan a recurrir a nosotros. Esos adultos podrán charlar con ellos y llevarles a dar un paseo, o a comer, y ayudarles con su compañía y apoyo.

Esta “Moraleja para adultos” es una reflexión sobre educación asociada a un cuento. En este enlace: “Cuentos para niños” podemos encontrar el texto sobre el que trabajar con nuestros hijos para estimular su aprendizaje de inteligencia emocional.

En este enlace: “Reflexionamos juntos” encontraremos unas preguntas, relativas al cuento, para ayudar a los niños a profundizar en él según su propia experiencia.

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¡Qué difícil es decir “NO”!

¡Qué difícil es decir “NO”!

Irónicamente, los padres que se rinden antes y terminan cediendo ante las demandas de sus hijos… son los que en más ocasiones deben decir “NO”, porque aquellos que se mantienen… no lo suelen tener que decir más que una vez: la primera.

Cuesta mucho decir “NO” a las peticiones de las personas a las que  queremos, pero hemos de procurar no sentirnos culpables por no consentir algo… cuando consideramos que no debemos hacerlo.

Tenemos la obligación de establecer los límites que consideramos mejores para nuestros hijos.

Para ayudarnos en la difícil tarea de decir “NO”, podemos recurrir a un pequeño Test con el que dirimir la solidez de nuestra negativa:

¿Cree que su hijo realmente necesita lo que pide?

SI    NO

¿Entiende la motivación que se esconde detrás de esa petición y la aprueba?

SI    NO

¿Su hijo formula su deseo más como una exigencia que como una petición?

SI    NO

¿Ha tenido tiempo suficiente para valorar adecuadamente esa petición?

SI    NO

¿Cree que su hijo tiene capacidad para afrontar responsablemente lo que demanda y a las consecuencias que  esta petición pudiera acarrear?

SI    NO

¿Cree su petición se ajusta a lo que la familia puede, o debe, darle?

SI    NO

Si ha contestado “NO” a las preguntas anteriores puede decirle a su hijo que “NO” sin sentir ninguna culpa por hacerlo.

Debemos tomar aquellas decisiones que nos hagan sentirnos bien… asumiendo de antemano que podemos equivocarnos, e intentando no sentirnos presionados por nuestros hijos y sus demandas (ni por lo que creemos que hacen otros padres).

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Debemos escuchar sus razonamientos y sólo ceder ante sus peticiones si nos parecen razonables, esto es, si nos convencen. De no ser así mantendremos la postura que hayamos adoptado al principio con una actitud firme y positiva.

Debemos aprender a decir “no” sin sentirnos culpables.

Nos puede ayudar en esta dura tarea de decir “NO”:

 

Buscar el apoyo y la opinión de otros  padres. Nos sorprendería saber  cuántos están de acuerdo con nosotros en la teoría y se sienten arrastrados, también como nosotros, a una práctica con la que no están satisfechos en absoluto.

Ofrecer a nuestros hijos alternativas apetecibles para sustituir esa petición a la que no podemos, o queremos, acceder.

Decir “NO” lo antes posible para que no se hagan ilusiones. Cuanto más esperemos para prohibir algo más difícil será enfrentarles con nuestra negativa.  Un “Ya veremos” que se dice para no discutir puede ser el motivo de una violenta discusión más adelante.

Decir “NO” siempre en situaciones similares para no crear desconcierto.

Probablemente su reacción a nuestras negativas no se hará esperar y será tanto más violenta cuanto más desease esa cosa en concreto… pero también comprobaremos que se consolará antes de lo que esperábamos.

No podemos perder de vista que en nuestros límites y prohibiciones hay un mensaje implícito que les trasmite, mejor que cualquier regalo, nuestro amor y preocupación por su bienestar.

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Adolescencia – ¿Vaguería o desobediencia?

Adolescencia – ¿Vaguería o desobediencia?

La mayoría de las veces nuestros hijos adolescentes no quieren desobedecer, no son desafiantes, ni siquiera irresponsables… en realidad, es algo mucho más sencillo: Simplemente quieren posponer una tarea que no es apetecible. Cuando se está en esa edad, el tiempo se valora de un modo distinto y cuesta mucho reunir la energía necesaria para acometer los trabajos que resultan desagradables.

Nuestros hijos no quieren desobedecernos, sólo quieren saltarse nuestro control… de vez en cuando.

Dicen “Luego lo hago” y es exactamente eso lo que piensan, sólo que ese “Luego” nunca llega. Nunca encuentran el momento de cumplir con una tarea desagradable. La mayoría de las veces, cuando quieren llevarla a cabo… el tiempo se ha esfumado y con él… la oportunidad de cumplir con su obligación.

Mi abuelo solía decir: “La forma más innoble de no realizar una tarea es posponerla”. ¡Qué difícil le fue conseguir que yo interiorizara el significado de esa frase! ¡Me la repetía una y otra vez…! Casi tanto como yo, ahora, a mis hijos adolescentes ;-)

Reloj

Durante la niñez, los adultos ejercemos como “fuerza de voluntad externa”: nos ocupamos de que coman lo que tienen que comer, de que se acuesten a la hora adecuada, controlamos que hagan sus tareas… Pero al llegar a la adolescencia, nuestros hijos demandan más autonomía y descubren que pueden tomar sus decisiones. En ese momento descubren lo costoso que es el auto-control. Por este motivo es muy importante trasmitir a nuestros hijos de una forma adecuada cuál es el significado más positivo de la palabra “disciplina” y cómo está asociada con la fuerza de voluntad y la constancia.

El  control  que  ejercemos sobre los adolescentes es siempre imperfecto. La realidad es que si nuestros hijos de verdad quieren hacer algo, lo harán. Pero también es verdad que sus motivaciones son distintas de las nuestras y que les cuesta mucho esforzarse para lograr un objetivo lejano. Por eso hemos de darles sólo la libertad que pueden asumir y administrar.  

Los adultos tenemos que ir dejando poco a poco nuestro papel de “Pepito grillo” con los hijos, de forma gradual y progresiva. Tenemos que supervisar que tienen la fuerza de voluntad suficiente para cumplir con sus obligaciones, e ir suprimiendo nuestro “control externo” según vayamos constatando que no nos necesitan en ese papel.

La realidad es que nuestros hijos aprenden el valor de lo que les exigimos en función de la importancia que le demos a que cumplan con su deber. Si no establecemos bien los límites y les exigimos determinados comportamientos les será muy difícil esta tarea.

¿Qué podemos hacer mientras desarrollan adecuadamente su sentido de la responsabilidad? Ponernos pesados, repetir nuestras peticiones, exigir, recordar…

Con el tiempo… nos lo agradecerán.

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¿Cómo enseñar a los niños a defenderse de situaciones potencialmente peligrosas?

¿Cómo enseñar a los niños a defenderse de situaciones potencialmente peligrosas?

¿Cómo enseñar a los niños a defenderse de situaciones potencialmente peligrosas?

Una noche de verano, cuando tenía ocho años, quemé una de mis siete vidas de gata ;-)

Veraneábamos en un pueblo de la costa, en una zona de casitas bajas de pescadores, y jugaba en la calle al pañuelo con mis amigos. No había apenas tráfico y el calor era sofocante. Un coche paró a mi lado. Dentro, lo recuerdo perfectamente porque el miedo deja huellas imborrables, había tres hombres jóvenes.

El que estaba en el asiento del copiloto me preguntó si sabía cómo podían ir a una calle cercana. En realidad estaba muy próxima, traté de explicarles que era una paralela dos calles por detrás.

- Ven, no te entiendo – me pidió – No somos de aquí y estamos perdidos. Móntate en el coche y nos enseñas cómo se llega. Luego te traemos de vuelta… No tardamos ni dos minutos.

Estaba jugando y no me apeteció subirme al coche. Mi pereza y mi inseguridad me salvaron. Lo que les estaba explicando era muy fácil y ellos no me entendían. Me di la vuelta y grité llamando a mi padre para que se lo indicase mejor.

El coche salió, como propulsado por mis gritos, a toda velocidad; un Seat rojo del que no me olvido. Mi padre sólo acertó a ver parte de la matrícula, era un coche de la zona.

- ¿Qué querían? – me preguntó con la cara desencajada.

Por eso lo recuerdo tan claramente. Vi a mi padre realmente asustado. Esa matrícula, en un coche antiguo, implicaba que aquellos tipos eran de allí… aunque hubiesen fingido estar perdidos. Y la explicación de por qué es sospechoso que los adultos pidan ayuda a los niños… fue el principio de una conversación muy seria. Todos los críos hicimos un corro a su alrededor y escuchamos, algo asustados, lo que decía.

El juego se acabó por esa noche. Aunque mi padre decidió quedarse, y nos animó a seguir con las carreras… a ninguno nos quedaron ganas.

Cuando fui madre, me propuse enseñar a mis hijos a evitar, en lo posible, las situaciones peligrosas mientras confiaba en que su ángel de la guarda fuera tan “currito” como el mío.

Decir a los niños que sólo los extraños son peligrosos es una manera ineficaz de protegerles. Estadísticamente, muchos más niños padecen abusos de gente que conocen que de extraños.

Es conveniente explicarles qué es un extraño (aunque no suelen comprenderlo del todo hasta los cuatro años); que hay gente buena y mala; y que no se puede juzgar a las personas exclusivamente por su aspecto.

En algunos estudios se proporciona a los niños fotografías y se les pregunta qué personas les parecen  malas, y los niños señalan, en un porcentaje muy significativo, personas feas o sucias. Pero los agresores pueden aparentar ser gente normal y bondadosa. Poner demasiado énfasis en el miedo a los desconocidos no les protege completamente y les puede hacer desarrollar miedos irracionales, difíciles de manejar. Nuestra atención debe focalizarse en enseñarles a decir “NO”. Por eso:

-       En cuanto tienen edad para poder recordarlo, debemos enseñarles su nombre completo y dirección, el de sus padres y abuelos y su teléfono; así como asegurarnos de que saben marcar el 112 y para qué sirve. Hay que dejar claro que nunca deben dar a los desconocidos información personal (dónde viven, etc.).

-       No debemos permitir que los niños jueguen solos en lugares deshabitados o arbolados. Los niños deben jugar y pasear en grupo. La soledad puede ser peligrosa.

-       Nuestros hijos deben comprender que a los adultos se les puede decir “No” y que nadie puede hacerles, u obligarles a hacer algo, que les haga sentir mal.

-       Seamos extremadamente cuidadosos con la elección que hacemos de los adultos que van a cuidar a los niños (profesores de actividades extraescolares, encargados de negocios infantiles o deportivos, etc.). Y, en todo caso, vigilemos e insistamos a nuestros hijos en que si alguien en quien confiamos les hace algo que no les gusta… nos lo deben contar inmediatamente, porque les vamos a creer y ayudar.

-       Con respecto a los desconocidos, hemos de cercioraros de que entienden que los adultos no piden ayuda a los niños ni para encontrar perritos perdidos, ni para que les indiquen cómo se llega a una calle ;-) Los adultos que se llevan a los niños suelen pedir su ayuda, o se ofrecen a llevarles a algún sitio, y los niños se van con ellos de forma voluntaria. Los niños deben entender que si un desconocido les pide ayuda deben gritar “No” y salir corriendo tan rápido como puedan hasta encontrar un adulto de confianza; y que bajo ningún concepto deben montarse en el coche de un desconocido.

-       Es útil enseñarles en qué adultos pueden confiar en situaciones de riesgo, ofrecerles escapatorias. Si alguien les aborda en la calle y no hay policía cerca, deben entrar en una tienda o bar y decírselo a la persona que trabaja allí. Tenemos que explicarles que la gente que tiene un puesto de trabajo en un sitio es gente que conoce la zona, que está integrada y que, en principio, es una salida segura de la situación de peligro potencial.

-       Tenemos que conseguir una comunicación fluida con los niños. Ayudémosles a no creerse las amenazas. Los adultos que hacen daño a los niños suelen coaccionarles con hacer daño a sus seres queridos si cuentan lo que está pasando. Les presionan para que estén callados asegurándoles que si se sinceran con sus padres perderán su amor. Repitamos a nuestros hijos a menudo que nuestro cariño es incondicional.

-       No deben aceptar nada de desconocidos. El cuento de la Blanca Nieves es muy útil en este punto . No se deben aceptar “manzanas” de extraños.
Siempre que nuestro hijo traiga un juguete nuevo a casa, debemos investigar de dónde procede. Tenemos que hacerles entender que si alguien les está haciendo, o prometiendo, regalos nos lo deben contar inmediatamente.

-        Si alguien, Dios no lo quiera, intenta llevárselos… deben saber que han de tirarse al suelo, patalear, gritar y morder haciendo tanto ruido como sea posible.

Seguridad

Nunca dejéis a los niños pequeños solos o desatendidos. Siempre debe haber un adulto de confianza al que puedan recurrir si fuese necesario. Aleccionadles para que nunca salgan de casa sin permiso y sin informaros de dónde están y con quien. Debéis saber dónde se reúnen con sus amigos y quiénes son; para lo que es útil llevar un control de los teléfonos de sus casas y sus direcciones.

Sé que este post es muy intranquilizador, y que el tema es muy desagradable y triste… pero las personas sólo nos podemos defender desde el conocimiento de los peligros… o teniendo mucha suerte. Es importante preparar a nuestros hijos para que sepan protegerse.

Lo más difícil es encontrar el punto de equilibrio entre cautelar a nuestros hijos o llenarles de miedos e inseguridades.

No tenemos que abordar con ellos una charla pesadísima y exhaustiva sobre seguridad. Cuando la vida nos dé la oportunidad, debemos enseñarles cómo defenderse de forma paulatina, del mismo modo que les enseñamos seguridad vial y a cruzar con el semáforo en verde. Si nuestro hijo se aleja en el supermercado, por ejemplo, podemos aprovechar la situación para preguntarle qué haría si se perdiera y enseñarle a recurrir a los dependientes. Así, y poco a poco, aprenderán cómo actuar sin necesidad de agobiarles con la preocupación que se esconde tras nuestras frases.

Y la misma reflexión de siempre… ¡¡¡Qué difícil es educar!!! ;-)

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Los niños y las Redes Sociales

Los niños y las Redes Sociales

Mi abuelo solía decir que “El conocimiento es la mejor manera de defendernos de los peligros potenciales”. 

No podemos meter a nuestros hijos en burbujas protectoras y su época… es la de la Comunicación 2.0.

Los padres y maestros debemos ofrecer a los niños normas claras, y bien explicadas, sobre su comportamiento en las Redes Sociales para que éstas se conviertan en herramientas a su servicio.

Tuenti, Facebook, o Twitter… pueden ser sus aliados pero también lugares, no por virtuales, menos peligrosos que una selva.

Cuanto más familiarizados estamos con los riesgos, más fácil nos es sortear los peligros. Por eso es importante hablar con nuestros hijos sobre el comportamiento seguro en la Red. Deben entender que todo lo que se hace en Internet deja huellas y puede tener repercusiones en la “vida real”.

El mensaje debe ser: Internet no es un entorno privado en el que no nos pueden reconocer.

Os recordamos un decálogo sobre “Educación e Internet” y  os enlazamos un post más extenso sobre el tema:

DECÁLOGO

Comportamiento en la Red. Decálogo

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Utilizar Internet… es “colarse en casa de alguien”.

Podemos planteárselo a los niños así:

En las redes debes actuar como si te estuviesen viendo, o te conocieran, como si tuvieras delante a las personas con las que hablas. Antes de enviar una frase piensa si les dirías eso si estuviesen contigo. Si la respuesta es “No”, evidentemente, no debes mandar tu comentario.

Dediquemos un tiempo a saber qué interesa a nuestros hijos, qué páginas visitan, quienes son sus amigos cibernéticos, etc.

En una gran medida, Internet es un área que descubrir con infinitas posibilidades. Compartamos el medio que nos permite viajar con nuestros hijos sin salir de casa.

¡¡¡¡Buen viaje!!!!

Os enlazo nuestro post sobre Internet: Pincha aquí

¿Cómo se instala en el ordenador el Control Parental? ¿Cómo configurarlo? Os enlazamos video os resolverá todas las dudas y os dará todas las claves: Pincha aquí.

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“Complejos” – Un gigante diferente

“Complejos” – Un gigante diferente

Se conoce como “Complejo” la sensación de rechazo ante una característica personal que nos diferencia de los demás. 

Por lo general son pensamientos irracionales que no necesariamente se asientan en la realidad, pero que atormentan a las personas que los padecen. Suelen ser visiones distorsionadas a las que se concede excesiva importancia.

Muchos de estos complejos aparecen en la infancia y en la adolescencia, y se mantienen a lo largo de años enquistándose.

La imagen que tenemos de nosotros mismos guía nuestro comportamiento. Si creo que soy “soso” o “patoso”, ese pensamiento me llevará a cambiar mi forma de actuar en determinadas situaciones y esos cambios modificarán mi carácter y eso… me conducirá a una espiral que, a su vez, reforzará la creencia. Es importante que prestemos atención a las más pequeñas señales de inseguridad de nuestros hijos, sean del tipo que sean.

A veces somos nosotros mismos, los adultos, los que colgamos esas etiquetas a los niños: eres un “desordenado”, un “metepatas”…

Intentemos huir del verbo “SER” para calificar sus comportamientos y sustituir “ERES UN MANAZAS” por “TEN MÁS CUIDADO”, o “ERES UN DORMILÓN” por “HAS DORMIDO MUCHO”, ETC. Debemos evitar definirles al corregir sus actos.

Por otra parte hay que tener en cuenta que los complejos físicos son muy comunes y que la preadolescencia  es un momento especialmente importante para detectarlos y ayudar a los niños a aceptarse, conocerse y quererse, tal y como son. Es un momento en el que todos quieren vestir igual y ser físicamente parecidos. Es una época de importantes cambios físicos en un momento en que la personalidad no está formada y destacar por exceso, o por defecto, se considera un “peligro”. Los compañeros se encargarán de resaltar cualquier diferencia y si la persona no recibe refuerzo por parte de la familia, puede llegar a desarrollar un complejo… ¡hasta de una cualidad positiva!

Para ayudar a los niños a mejorar su seguridad y, por tanto, autoestima nos pueden ser de utilidad algunas observaciones:

-       El primer paso es detectar el posible problema. Cuando algo nos acompleja evitamos hablar de ello y hacemos lo imposible para ocultarlo. Estemos atentos a las pequeñas señales: la ropa despegada, o comentarios intranscendentes del tipo “Qué gorda estoy”, etc.

-       Enseñarles a valorarse y quererse. Tenemos que ayudarles a descubrir sus cualidades y reforzar su concepción de las propias fuerzas cada vez que tengamos la oportunidad.

-       Quitarle importancia a los motivos de preocupación que les asalten.

-       Focalizar su atención en sus cualidades, reforzando sus virtudes tanto como podamos.

-       Enseñarles a valorar su individualidad y limitar su necesidad de aceptación. No debemos permitirles comentarios en los que se infravaloren.

-       Digámosles a menudo que les queremos. Las muestras expresas de cariño en el ámbito familiar contribuyen sustancialmente a evitar el desarrollo de complejos.

-       Enseñémosles a confiar en sus valores y su capacidad.

-       Ayudémosles a desarrollar su sentido crítico. La sociedad a veces impone unos estereotipos que, por inalcanzables, nos torturan. No todos podemos aspirar a ser modelos de pasarela, bellezas tropicales, cantantes de éxito…  o cracks en deportes de masas.

En definitiva, nosotros somos los espejos en los que se reconocen. Nuestras expresiones de afecto se pueden convertir en las armas con las que se defiendan del rechazo.

Esta “Moraleja para adultos” es una reflexión sobre educación asociada a un cuento. En “Cuentos para niños” podemos encontrar el texto sobre el que trabajar con nuestros hijos para estimular su aprendizaje de inteligencia emocional.

En “Reflexionamos juntos” unas preguntas, relativas al cuento, para ayudar a los niños a profundizar en él según su propia experiencia.

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