Seguridad ¿Cómo enseñar a nuestros hijos a defenderse de situaciones potencialmente peligrosas?

Seguridad ¿Cómo enseñar a nuestros hijos a defenderse de situaciones potencialmente peligrosas?

Una noche de verano, cuando tenía ocho años, quemé una de mis siete vidas de gata ;-)

Veraneábamos en un pueblo de la costa, en una zona de casitas bajas de pescadores, y jugaba en la calle al pañuelo con mis amigos. No había apenas tráfico y el calor era sofocante. Un coche paró a mi lado. Dentro, lo recuerdo perfectamente porque el miedo deja huellas imborrables, había tres hombres jóvenes.

El que estaba en el asiento del copiloto me preguntó si sabía cómo podían ir a una calle cercana. En realidad estaba muy próxima, traté de explicarles que era una paralela dos calles por detrás.

-       Ven, no te entiendo – me pidió – No somos de aquí y estamos perdidos. Móntate en el coche y nos enseñas cómo se llega. Luego te traemos de vuelta… No tardamos ni dos minutos.

Estaba jugando y no me apeteció subirme al coche. Mi pereza y mi inseguridad me salvaron. Lo que les estaba explicando era muy fácil y ellos no me entendían. Me di la vuelta y grité llamando a mi padre para que se lo indicase mejor.

El coche salió, como propulsado por mis gritos, a toda velocidad. Un Seat rojo del que no me olvido. Mi padre sólo acertó a ver parte de la matrícula, era un coche de la zona.

-       ¿Qué querían? – me preguntó con la cara desencajada.

Por eso lo recuerdo tan claramente. Vi a mi padre realmente asustado. Esa matrícula, en un coche antiguo, implicaba que aquellos tipos eran de allí… aunque hubiesen fingido estar perdidos. Y la explicación de por qué es sospechoso que los adultos pidan ayuda a los niños… fue el principio de una conversación muy seria. Todos los críos hicimos un corro a su alrededor y escuchamos, algo asustados, lo que decía.

El juego se acabó por esa noche. Aunque mi padre decidió quedarse, y nos animó a seguir con las carreras… a ninguno nos quedaron ganas.

Cuando fui madre, me propuse enseñar a mis hijos a evitar, en lo posible, las situaciones peligrosas mientras confiaba en que su ángel de la guarda fuera tan “currito” como el mío.

Decir a nuestros hijos que sólo los extraños son peligrosos es una manera ineficaz de protegerles. Estadísticamente, muchos más niños padecen abusos de gente que conocen que de extraños.

Es conveniente explicarles qué es un extraño (aunque no suelen comprenderlo del todo hasta los cuatro años); que hay gente buena y mala; y que no se puede juzgar a las personas exclusivamente por su aspecto. En algunos estudios se proporciona a los niños fotografías y se les pregunta qué personas les parecen malas, y los niños señalan, en un porcentaje muy significativo, personas feas o sucias. Pero los agresores pueden aparentar ser gente normal y bondadosa. Poner demasiado énfasis en el miedo a los desconocidos no les protege completamente y les puede hacer desarrollar miedos irracionales, difíciles de manejar. Nuestra atención debe focalizarse en enseñarles a decir “NO”. Por eso:

-       En cuanto tienen edad para poder recordarlo, debemos enseñarles su nombre completo y dirección, el de sus padres y abuelos y su teléfono; así como asegurarnos de que saben marcar el 112 y para qué sirve. Hay que dejar claro que nunca deben dar a los desconocidos información personal (dónde viven, etc.).

-       No debemos permitir que los niños jueguen solos en lugares deshabitados o arbolados. Los niños deben jugar y pasear en grupo. La soledad puede ser peligrosa.

-       Nuestros hijos deben comprender que a los adultos se les puede decir “No” y que nadie puede hacerles, u obligarles a hacer algo, que les haga sentir mal.

-       Tenemos que verificar las referencias de l@s babysiter. Seamos extremadamente cuidadosos con la elección que hacemos de los adultos que van a cuidar a los niños (profesores de actividades extraescolares, encargados de negocios infantiles o deportivos, etc.). Y, en todo caso, vigilemos e insistamos a nuestros hijos en que si alguien en quien confiamos les hace algo que no les gusta… nos lo deben contar inmediatamente, porque les vamos a creer y ayudar.

-       Con respecto a los desconocidos, hemos de cercioraros de que entienden que los adultos no piden ayuda a los niños ni para encontrar perritos perdidos, ni para que les indiquen cómo se llega a una calle ;-) Los adultos que se llevan a los niños suelen pedir su ayuda y los niños se van con ellos de forma voluntaria. Nuestros hijos deben entender que si un desconocido les pide ayuda deben gritar “No” y salir corriendo tan rápido como puedan hasta encontrar un adulto de confianza, y que bajo ningún concepto pueden montarse en el coche de un desconocido.

-       Es útil enseñarles en qué adultos pueden confiar en situaciones de riesgo, ofrecerles escapatorias. Si alguien les aborda en la calle y no hay policía cerca, deben entrar en una tienda o bar y decírselo a la persona que trabaja allí. Tenemos que explicarles que la gente que tiene un puesto de trabajo en un sitio es gente que conoce la zona, que está integrada y que, en principio, es una salida segura de la situación de peligro potencial.

-       Tenemos que conseguir una comunicación fluida con nuestros hijos. Ayudémosles a no creerse las amenazas. Los adultos que hacen daño a los niños suelen coaccionarles con hacer daño a sus seres queridos si cuentan lo que está pasando. Les presionan para que estén callados asegurándoles que si se sinceran con sus padres perderán su amor. Repitamos a nuestros hijos a menudo que nuestro cariño es incondicional.

-       No deben aceptar nada de desconocidos. El cuento de la Blanca Nieves es muy útil en este punto ;-) No se deben aceptar “manzanas” de extraños.
Siempre que nuestro hijo traiga un juguete nuevo a casa, debemos investigar de dónde procede. Tenemos que hacerles entender que si alguien les está haciendo o prometiendo regalos nos lo deben contar inmediatamente.

-        Si alguien, Dios no lo quiera, intenta llevárselos… deben saber que han de tirarse al suelo, patalear, gritar y morder haciendo tanto ruido como sea posible.

Nunca dejéis a los niños pequeños solos o desatendidos. Siempre debe haber un adulto de confianza al que puedan recurrir si fuese necesario. Aleccionadles para que nunca salgan de casa sin permiso y sin informaros de dónde están y con quien. Debéis saber dónde se reúnen con sus amigos y quiénes son; para lo que es útil llevar un control de los teléfonos de sus casas y sus direcciones.

Sé que este post es muy intranquilizador, y que el tema es muy desagradable y triste… pero las personas sólo nos podemos defender desde el conocimiento de los peligros… o teniendo mucha suerte. Es importante preparar a nuestros hijos para que sepan protegerse.

Lo más difícil es encontrar el punto de equilibrio entre cautelar a nuestros hijos o llenarles de miedos e inseguridades. No tenemos que abordar con ellos una charla pesadísima y exhaustiva sobre seguridad. Cuando la vida nos dé la oportunidad, debemos enseñarles cómo defenderse de forma paulatina, del mismo modo que les enseñamos seguridad vial y a cruzar con el semáforo en verde. Si nuestro hijo se aleja en el supermercado, por ejemplo, podemos aprovechar la situación para preguntarle qué haría si se perdiera y enseñarle a recurrir a los dependientes. Así, y poco a poco, aprenderán cómo actuar sin necesidad de agobiarles con la preocupación que se esconde trás nuestras frases.

Y la misma reflexión de siempre… ¡¡¡Qué difícil es educar!!! ;-)

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Autoestima – El fabricante de espejos

 

Es muy probable que nuestros hijos terminen siendo lo que les repetimos con insistencia que son.

 

Con esta frase quiero decir que nuestra opinión dirige la que los niños tienen sobre sí mismos.

Durante la infancia, y mientras somos el centro de sus referencias, nuestra actitud y comentarios terminan dejando huella en la opinión que van formando día a día sobre lo que son y lo que pueden lograr o no.

No siempre somos conscientes del poder de nuestras frases y  la fuerza que tienen en cuanto a Programación Neurolingüística se refiere. (Sintetizando mucho, según la PNL nuestro pensamiento se forma de palabras que, al identificar y calificar, programan el cerebro con los mensajes que recibe; y la repetición de determinadas palabras produce emociones que dirigen la conducta).

Las opiniones que expresamos sobre su físico o su forma de ser, durante la infancia y la adolescencia,  terminan dirigiendo la que tendrán sobre sí mismos. 

Si le repetimos a nuestro hijo incesantemente una frase como “Eres un vago”  para conseguir estimularle y que se esfuerce más… sólo conseguiremos que interiorice esa visión que le damos sobre su personalidad, que se vea como un gandul y que crea que no puede hacer nada para mejorar.

Somos para nuestros hijos una especie de espejo en el que mirarse. Debemos, desde la objetividad, mostrarles y potenciar sus virtudes, y trabajar todos los aspectos de su personalidad que se puedan corregir.

También es  muy importante la opinión que tengan sobre ellos sus profesores y los familiares cercanos. Sobre todo cuando les hacen conscientes de ella con sus palabras o con su  actitud. 

La autoestima, que se establece durante la infancia y la adolescencia, y se consolida en la juventud, es imprescindible para enfrentar los problemas y dificultades de la vida.

¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos?

-         Seamos un buen ejemplo. Procuremos evitar las frases de autocastigo como: “Soy un desastre”, “Todo me sale mal”… Son falsas y es una actitud vital negativa que se aprende.

-         No les etiquetemos de forma negativa: En vez de “eres un vago”, digamos: “Tú puedes hacerlo mejor”.

-         Potenciemos todas sus virtudes y cualidades ofreciéndoles tantas oportunidades de brillar como sea posible. Si juega bien al baloncesto… animémosle a apuntarse al equipo del colegio.

-         Intentemos hacerles conscientes de nuestro respeto y cariño con abundantes demostraciones físicas de afecto.

-         Digámosles con frecuencia que les queremos y valoramos.

-         Cuando debamos corregirles, hagámoslo con respeto y afecto.

-         Asegurémonos de hacerles entender que estamos dispuestos a ayudarles.

-         Permitamos que expresen sus emociones o sentimientos y aprendamos a expresar claramente lo que esperamos de ellos.

-         Prestemos atención a los signos de alarma que indican la presencia de complejos (no querer llevar determinada ropa porque “me hace gordo/a”, por ejemplo).

-         Ayudémosles a comprender que la perfección no existe y, lo que es más importante, no es necesaria ;-)

Esta “Moraleja para adultos” es una reflexión sobre educación asociada a un cuento. En “Cuentos para niños” podemos encontrar el texto sobre el que trabajar con nuestros hijos para estimular su aprendizaje de inteligencia emocional: Pincha aquí

En “Reflexionamos juntos” unas preguntas, relativas al cuento, para ayudar a los niños a profundizar en él según su propia experiencia: Pincha aquí

 

 

 

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Cómo mejorar nuestra comunicación con los adolescentes

Cómo mejorar nuestra comunicación con los adolescentes

No siempre es fácil encontrar la manera de hacernos entender por nuestros hijos cuando llegan a la adolescencia. La mayoría de las veces, antes de empezar a hablar con ellos, tenemos delante a un joven malhumorado y poco interesado en escuchar.

A lo largo de la infancia es probable que, sin darnos cuenta y en más de una ocasión, les hayamos subestimado, desoído su opinión, regañado en público o criticado abiertamente su comportamiento incluso sin suficiente razón, etc., (y todo esto con suerte de no haber actuado de forma que complique aún más nuestra relación con ellos).

Están madurando y pelean por conseguir un trato de igual a igual, pero todavía necesitan nuestra guía y supervisión aunque la forma de ofrecérselas deba ser  diferente.

Hay que partir de este reconocimiento y asumir que, en esta etapa del desarrollo, entenderse suele ser más complicado. Es habitual que identifiquen nuestra autoridad con una demostración de nuestra incapacidad para comprender sus necesidades. Sin embargo, su reivindicación de independencia no puede convertirse en un escollo infranqueable. Una vez reconocida  una dificultad debemos dedicar más atención para superarla con las mejores herramientas.

¿Cómo podemos mejorar la comunicación con nuestros hijos adolescentes?

Cada adolescente es diferente y las formas de comunicaciones son infinitas, por tanto, toda generalización entraña un riesgo.

Estas son sólo unas recomendaciones que pueden facilitar el entendimiento:

-          Prestemos atención al lenguaje no verbal – Tan importantes como las palabras que utilizamos son los mensajes que se esconden en nuestro tono, actitud e intención, a la hora de hablar, para dotarlas de auténtico significado. Debemos ser especialmente cuidadosos con nuestro lenguaje, el verbal y el no verbal, al dirigirnos a un adolescente. Los movimientos de nuestro cuerpo o nuestra actitud son más difíciles de controlar que nuestras palabras pero tan importantes como ellas. Son muchas las cosas que les decimos a los demás sin querer.

Mantened una postura que invite al diálogo.- Hay que procurar ofrecer una actitud serena, una postura cómoda que nos permita tener los músculos relajados. Si nos encogemos o cruzamos los brazos, enviamos mensajes de reserva, cuando no de defensa.

Contacto visual.- A la hora de entablar una conversación, es importante mirar a los ojos y mantener la mirada. Nos ayuda a descubrir si se nos está entendiendo correctamente al mismo tiempo que demostramos nuestro interés al interlocutor.

-          Es útil usar frases cortas para sondear el nivel de atención y comprensión: Por ejemplo: “Sí”, “Ya veo”, “Ah”, etc., así como explorar de vez en cuando si recibimos sus mensajes e inquietudes correctamente: “No sé si te he entendido, ¿te sientes mal porque crees que no me gustan tus amigos?” Las frases cortas no interrumpen y dan a la persona que habla la certeza de estar siendo escuchado con interés.

-          No debemos interrumpirles, aunque creamos que sabemos perfectamente lo que van a decir. Les creará un sentimiento anticipado de incomprensión y les alejará de nosotros. Debemos permitir que nuestros hijos acaben sus razonamientos antes de ofrecer los nuestros (aunque a ellos les será más difícil colaborar no interrumpiendo o utilizar un lenguaje no verbal adecuado).

-           Hemos de conseguir tratar sobre una sola cosa, no traer otras a colación: “Ha suspendido el examen y se ha peleado con su hermana” Las dos cosas se deben hablar, pero no al mismo tiempo.

-          Por el mismo motivo: para no enturbiar y facilitar el entendimiento, nuestras peticiones al respecto han de ser claras “Quiero que estudies esa asignatura todas las tardes al menos hora y media” en vez de “Deberías estudiar más”. Esa expresión clara de lo que se espera de ellos debe ser formulada en primera persona cuando debamos recriminarles algo, expresando nuestro sentimiento y dejando claro lo que esperamos. Sustituiremos “Eres un vago, te estás cargando tu expediente y no eres capaz de poner orden en tus horarios” por “Estoy enfadado, o preocupado, porque no estás prestando suficiente atención a tus calificaciones.  Me gustaría que dedicaras más tiempo a tus estudios. ¿Qué te parece si establecemos un horario que te ayude a estar más centrado?”. Siendo el hecho  aparentemente idéntico, no suena igual una frase que la otra, ni predisponen al mismo estado de ánimo a la persona que las recibe.

-          Es probable que nuestros hijos no tengan la capacidad de elegir sus frases con tanto cuidado, por lo que debemos atender más al fondo de lo que dicen que a como lo hacen y asumir que podemos malinterpretarles. Si tenemos esa duda hemos de preguntarles qué piensan o sienten, y pedirles que nos lo expliquen  de nuevo. Nos serán útiles las preguntas que requieran una respuesta estructurada y no se puedan responder con un  “sí” o un “no” como por ejemplo: “¿Dónde vais a ir?” Muchas veces les ofrecemos en nuestras preguntas la escapatoria para evitar una conversación. No se lo pongamos fácil y procuremos elegir nuestras preguntas entre aquellas que requieren una frase con sujeto verbo y predicado, como por ejemplo “¿Cómo vais hasta allí?”

Si a lo largo de la conversación descubrimos que nos hemos equivocado, y les hemos malinterpretado, debemos disculparnos.

-          Evitemos las generalizaciones. La mayoría de las veces no son ciertas y  proporcionan al adolescente una oportunidad de desviar el objetivo de la conversación refutándolas. Así un “Nunca limpias tu cuarto” se debe sustituir por “No has limpiado el cuarto” porque si decimos “Nunca limpias tu cuarto” terminaremos enfrascados en una discusión en la que saldrán a relucir todos los días que sí lo hizo y terminaremos siendo acusados de exagerados, radicales, o poco observadores.

-          Hay muchas frases hechas que debemos intentar evitar: Es evidente que no debemos utilizar ninguna frase que pueda herirles, como por ejemplo: “Eres un inútil”, pero también hay otras que, aunque de forma menos evidente, pueden dificultar nuestro entendimiento con ellos: “¿Qué esperabas?”; “¿Qué te creías?”; “Cuando yo tenía tu edad…” (sobre todo si la comparación les perjudica); “No es para tanto…” (o cualquier otra frase que trate de quitar importancia a lo que sienten); y, en el extremo contrario, debemos huir de las frases que les lleven a la autocompasión y a los sentimientos de derrota: “Esto es lo peor que te podía haber pasado…”

Tenemos que conseguir que sientan que les respetamos y que para nosotros es tan importante entenderles… como sentirnos entendidos y respetados.

Y todo ello con el imprescindible sentido del humor que es el lubrificante imprescindible para engrasar el mecanismo de la cómplice y buena comunicación. No debemos olvidar que en muchas ocasiones es nuestra reacción desmesurada ante las  dificultades de nuestros hijos la auténtica responsable de su valoración de los problemas. Si  nuestra reacción es exagerada y trágica puede ocasionar un efecto contraproducente sobre su actitud ante las dificultades.

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La princesa de las mariposas – Decir adiós a un ser querido

La princesa de las mariposas – Decir adiós a un ser querido

Con independencia de nuestras creencias religiosas, es difícil enfrentarnos a la muerte de un ser querido.

Por mayores y maduros que seamos, e incluso aunque la noticia no nos pille por sorpresa, siempre es doloroso asumir que no volveremos a ver a esa persona.

Para los niños en esta realidad se aúnan la crudeza del dolor de la primera pérdida, con el sentimiento de descubrir la impotencia de sus mayores ante ese suceso y el miedo a la propia muerte.

El cuento “La princesa de las mariposas” y esta reflexión son la respuesta a la petición de una profesora, Marta, que trata de ayudar a un alumno a superar el fallecimiento de un familiar.

Hace un par de años leí “Enséñame a decir adiós”, de Aída de Vicente (Editado por Gesfomedia); un magnífico trabajo que recomiendo a aquellos que estén pasando por el duro trance de ayudar a sus niños a superar una muerte. Es algo difícil de encontrar pero lo podéis encargar, como he hecho yo, en la Casa del Libro o en cualquier librería. Os digo esto porque hace un tiempo regalé el mío a una persona que lo necesitaba y para escribir este post tuve que comprarlo de nuevo.

He contactado con la autora para pedir su visto bueno a este breve resumen.

 

 

     Gracias, Aída, por tu supervisión y ayuda.

¿Cómo podemos ayudar a un niño cuando ha perdido a un ser querido?

Debe comunicarle la noticia la persona más próxima al niño y lo antes posible. Es importante elegir un sitio tranquilo y privado.

Hemos de tener presente que tan importante es lo que vamos a decir como nuestra actitud, nuestro tono, gestos y expresión. Si nuestras emociones afloran no debemos tratar de evitarlas. Hablarle sobre lo que sentimos le permitirá expresarse libremente también.

-          Con sinceridad: Es aconsejable dar la noticia explicándole de forma sencilla que la persona no ha sufrido (si la información es demasiado impactante, se puede fraccionar y primero decirle que ha sufrido un accidente, por ejemplo, para darle un poco de tiempo a entender la gravedad de los hechos). Aunque es conveniente no demorar mucho la verdad. No debemos tener miedo de hablar del tema de la muerte con los niños, no debemos dejarles “fuera” del proceso de duelo, por un afán de “sobreprotección”.

-          Es importante trasmitir con precisión que en las enfermedades, si ha sido esa la causa, hay muchos grados y que la persona fallecida estaba muy, muy, muy enferma para no asociar enfermedad y muerte y evitar paralelismos erróneos que produzcan en el niño sufrimientos futuros.

-          Hemos de permitir que exprese sus emociones sin juzgar sus actos. Ante una noticia de esa envergadura cualquier reacción es posible: enfado, tristeza, desesperación… Han de entender que llorar no es malo y dejar un resquicio de esperanza asegurándoles que, tras el lógico periodo de tristeza y duelo, recordaremos las cosas bonitas que compartimos con esa persona y que, aunque siempre la recordaremos, llegará el día en que volveremos a estar felices.

-          Animadle a hacer preguntas. Sólo así podréis despejar sus dudas o  mitigar sus  preocupaciones sobre la muerte. Es fundamental escucharle y dedicarle tiempo a diario.

-          Observad sus reacciones emocionales y tratad de ayudarle a identificarlas.

-          Explicadle en qué consisten los rituales de despedida. Se debe permitir que participe en ellos si así lo desea.

A partir de la pérdida, debemos apuntalar un ambiente familiar positivo en el que podamos alimentar su seguridad y autoestima, con constantes muestras de afecto (por supuesto sin perder de vista la disciplina en sus tareas, sus horarios, etc.) y animarle a participar en  actividades gratificantes.

“Los niños y adolescentes, al igual que los adultos, pueden aprender de la muerte y del dolor, y pueden desarrollar estrategias eficaces para enfrentarse a sus miedos y preocupaciones, a su ira o a su soledad, y de esta manera salir fortalecidos de su experiencia de duelo” (Aída de Vicente Colomina)

Aída de Vicente Colomina es Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid. Especializada en intervención psicológica en catástrofes y emergencias, ha trabajado como supervisora del  Centro de Coordinación Nacional de Emergencias de Cruz Roja y forma parte de los  equipos psicosociales de respuesta Inmediata. Con amplia experiencia como docente y formadora, imparte cursos sobre intervención psicológica en emergencias y situaciones de crisis para diferentes organizaciones y trabaja en el Consejo General de Colegios Oficiales de Psicólogos.

 

Esta “Moraleja para adultos” es una reflexión sobre educación asociada a un cuento.

En “Cuentos para niños” podemos encontrar el texto sobre el que trabajar con nuestros hijos para estimular su aprendizaje de inteligencia emocional Pincha aquí.

En “Reflexionamos juntos” unas preguntas, relativas al cuento, para ayudar a los niños a profundizar en él según su propia experiencia: Pincha aquí  

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El aprendiz de mago – Esfuerzo y éxito

El aprendiz de mago – Esfuerzo y éxito

Es importante analizar qué concepto de éxito trasmitimos a nuestros hijos. Cada uno de nosotros tiene una idea, más o menos definida, del significado que tiene la palabra triunfo: seguridad económica, reconocimiento social, alcanzar la fama, la realización en el mundo profesional, ser buena persona, conseguir un ideal o ser coherente con la propia concepción del mundo… Pero no podemos perder de vista que los niños no son adultos en miniatura, no tienen nuestros mismos intereses y expectativas, y pueden valorar sus ilusiones y capacidades también de una forma muy diferente a la nuestra. En primer lugar, porque no tenemos la misma percepción del tiempo. Sus metas suelen centrarse sobre logros a corto plazo. La semana que viene les parece tan lejana como a nosotros el próximo año. Sus recompensas, por tanto, deben estar muy cerca, temporalmente hablando, de sus objetivos. Es muy raro que un niño quiera estudiar mucho para llegar a ser un buen profesional, tener una posición desahogada o conseguir un Nobel. Sin embargo su experiencia sobre lo que es “el éxito” y cómo se consigue se fragua en la infancia y marcará su desarrollo tanto personal como académico.

Generalmente, los niños que cumplen con sus obligaciones, y ese hecho se les reconoce  a menudo, suelen desarrollar la capacidad de enfrentarse con tenacidad con las dificultades y suelen ver cumplidos sus objetivos.

 ¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos?

 1.- Animarles a hablar sobre sus sueños o intereses, sin quitarles ilusión ni desmotivarles. Todos los niños pasan épocas  en las que desean ser, por ejemplo, astronautas, bomberos, actores o trapecistas. Cualquier sueño por absurdo que sea se debe compartir; utilizando sus inquietudes para incentivar el aprendizaje y construir su autoestima. Que quiere ser astronauta… ¡Pues regalémosle libros sobre el espacio y los planetas! Si esos intereses infantiles, que suelen ser pasajeros, están bien dirigidos pueden enriquecer muchísimo su cultura general.  

 2.- Ante su miedo al fracaso y sus pensamientos negativos, nuestra primera frase debe ser esta pregunta: ¿Quién dice que no eres capaz de conseguirlo? Para inmediatamente asegurarles que casi todo se puede alcanzar con confianza y esfuerzo, y que los límites sólo se conocen cuando se intentan las cosas con todas nuestras fuerzas. Porque las limitaciones dependen en gran medida de los sacrificios que estemos dispuestos a hacer para obtener resultados.

 3.- Ofrecerles posibilidades para el aprendizaje, tantas como estén a nuestra disposición. Cualquiera de nuestras aficiones puede ser una magnífica ocasión: deportes, conciertos, museos… Les excluimos de muchas de nuestras actividades por miedo a que se aburran; pero si actuamos así les cerramos las puertas a mundos que pueden interesarles. El consejo es: experimentemos. Aquella actividad que no guste… no se repetirá; pero, en principio, no desechemos nada por ser nuevo sin probar antes.

 4.-Enseñarles técnicas de decisión con las que valorar adecuadamente las consecuencias de sus actos (positivas y negativas) y cómo resolver los problemas.

  5.- Subrayar la importancia de la constancia y el esfuerzo. Ambas cualidades se educan. Ante las tareas tediosas debemos evitar resaltar su descontento e impaciencia y, cuando veamos que están a punto de tirar la toalla,  seamos pacientes porque usualmente todo lo que necesitan es escuchar un simple y tranquilo (aunque a veces difícil de ofrecer): “Yo te ayudo”.

La diferencia entre un fracaso y un éxito radica en la lectura que seamos capaces de hacer de los hechos. A veces, se aprende más de los primeros que de los segundos… y deben entenderlo así.

Esta “Moraleja para adultos” es una reflexión sobre educación asociada a un cuento. En “Cuentos para niños” podemos encontrar el texto sobre el que trabajar con nuestros hijos para estimular su aprendizaje de inteligencia emocional. Pincha aquí.

En “Reflexionamos juntos” unas preguntas, relativas al cuento, para ayudar a los niños a profundizar en él según su propia experiencia: Pincha aquí

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La casa del árbol – Emociones

La casa del árbol – Emociones

Cuando hablamos de emociones tendemos a pensar en las emociones positivas. Las experiencias negativas despiertan en nosotros sentimientos de ansiedad, miedo, rechazo… y pensar en ellas nos resulta, por lo general, desagradable.

Queremos que nuestros hijos sean felices. Es muy común que creamos que debemos evitar las frustraciones a los niños. Y, aunque sabemos que es imposible evitar todos los contratiempos, hacemos todo lo que está en nuestra mano para facilitar su camino. 

Pero en la vida no sólo es necesario el negro para saber diferenciar el blanco, sino que el negro y el blanco existen más allá de nuestros deseos y voluntad.

A lo largo de la infancia nuestros hijos deben aprender a soportar y manejar los nervios, la rabia ocasional, el resentimiento, el mal humor… la frustración, hasta controlar sus expresiones; y manejar esas emociones para que no les supongan un problema.

¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos en esa tarea?

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