“Complejos” – Un gigante diferente
Se conoce como “Complejo” la sensación de rechazo ante una característica personal que nos diferencia de los demás.
Por lo general son pensamientos irracionales que no necesariamente se asientan en la realidad, pero que atormentan a las personas que los padecen. Suelen ser visiones distorsionadas a las que se concede excesiva importancia.
Muchos de estos complejos aparecen en la infancia y en la adolescencia, y se mantienen a lo largo de años enquistándose.
La imagen que tenemos de nosotros mismos guía nuestro comportamiento. Si creo que soy “soso” o “patoso”, ese pensamiento me llevará a cambiar mi forma de actuar en determinadas situaciones y esos cambios modificarán mi carácter y eso… me conducirá a una espiral que, a su vez, reforzará la creencia. Es importante que prestemos atención a las más pequeñas señales de inseguridad de nuestros hijos, sean del tipo que sean.
A veces somos nosotros mismos, los adultos, los que colgamos esas etiquetas a los niños: eres un “desordenado”, un “metepatas”…
Intentemos huir del verbo “SER” para calificar sus comportamientos y sustituir “ERES UN MANAZAS” por “TEN MÁS CUIDADO”, o “ERES UN DORMILÓN” por “HAS DORMIDO MUCHO”, ETC. Debemos evitar definirles al corregir sus actos.
Por otra parte hay que tener en cuenta que los complejos físicos son muy comunes y que la preadolescencia es un momento especialmente importante para detectarlos y ayudar a los niños a aceptarse, conocerse y quererse, tal y como son. Es un momento en el que todos quieren vestir igual y ser físicamente parecidos. Es una época de importantes cambios físicos en un momento en que la personalidad no está formada y destacar por exceso, o por defecto, se considera un “peligro”. Los compañeros se encargarán de resaltar cualquier diferencia y si la persona no recibe refuerzo por parte de la familia, puede llegar a desarrollar un complejo… ¡hasta de una cualidad positiva!
Para ayudar a los niños a mejorar su seguridad y, por tanto, autoestima nos pueden ser de utilidad algunas observaciones:
- El primer paso es detectar el posible problema. Cuando algo nos acompleja evitamos hablar de ello y hacemos lo imposible para ocultarlo. Estemos atentos a las pequeñas señales: la ropa despegada, o comentarios intranscendentes del tipo “Qué gorda estoy”, etc.
- Enseñarles a valorarse y quererse. Tenemos que ayudarles a descubrir sus cualidades y reforzar su concepción de las propias fuerzas cada vez que tengamos la oportunidad.
- Quitarle importancia a los motivos de preocupación que les asalten.
- Focalizar su atención en sus cualidades, reforzando sus virtudes tanto como podamos.
- Enseñarles a valorar su individualidad y limitar su necesidad de aceptación. No debemos permitirles comentarios en los que se infravaloren.
- Digámosles a menudo que les queremos. Las muestras expresas de cariño en el ámbito familiar contribuyen sustancialmente a evitar el desarrollo de complejos.
- Enseñémosles a confiar en sus valores y su capacidad.
- Ayudémosles a desarrollar su sentido crítico. La sociedad a veces impone unos estereotipos que, por inalcanzables, nos torturan. No todos podemos aspirar a ser modelos de pasarela, bellezas tropicales, cantantes de éxito… o cracks en deportes de masas.
En definitiva, nosotros somos los espejos en los que se reconocen. Nuestras expresiones de afecto se pueden convertir en las armas con las que se defiendan del rechazo.
Esta “Moraleja para adultos” es una reflexión sobre educación asociada a un cuento. En “Cuentos para niños” podemos encontrar el texto sobre el que trabajar con nuestros hijos para estimular su aprendizaje de inteligencia emocional.
En “Reflexionamos juntos” unas preguntas, relativas al cuento, para ayudar a los niños a profundizar en él según su propia experiencia.
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