¿Cómo enseñar a los niños a defenderse de situaciones potencialmente peligrosas?
¿Cómo enseñar a los niños a defenderse de situaciones potencialmente peligrosas?
Una noche de verano, cuando tenía ocho años, quemé una de mis siete vidas de gata
Veraneábamos en un pueblo de la costa, en una zona de casitas bajas de pescadores, y jugaba en la calle al pañuelo con mis amigos. No había apenas tráfico y el calor era sofocante. Un coche paró a mi lado. Dentro, lo recuerdo perfectamente porque el miedo deja huellas imborrables, había tres hombres jóvenes.
El que estaba en el asiento del copiloto me preguntó si sabía cómo podían ir a una calle cercana. En realidad estaba muy próxima, traté de explicarles que era una paralela dos calles por detrás.
- Ven, no te entiendo – me pidió – No somos de aquí y estamos perdidos. Móntate en el coche y nos enseñas cómo se llega. Luego te traemos de vuelta… No tardamos ni dos minutos.
Estaba jugando y no me apeteció subirme al coche. Mi pereza y mi inseguridad me salvaron. Lo que les estaba explicando era muy fácil y ellos no me entendían. Me di la vuelta y grité llamando a mi padre para que se lo indicase mejor.
El coche salió, como propulsado por mis gritos, a toda velocidad; un Seat rojo del que no me olvido. Mi padre sólo acertó a ver parte de la matrícula, era un coche de la zona.
- ¿Qué querían? – me preguntó con la cara desencajada.
Por eso lo recuerdo tan claramente. Vi a mi padre realmente asustado. Esa matrícula, en un coche antiguo, implicaba que aquellos tipos eran de allí… aunque hubiesen fingido estar perdidos. Y la explicación de por qué es sospechoso que los adultos pidan ayuda a los niños… fue el principio de una conversación muy seria. Todos los críos hicimos un corro a su alrededor y escuchamos, algo asustados, lo que decía.
El juego se acabó por esa noche. Aunque mi padre decidió quedarse, y nos animó a seguir con las carreras… a ninguno nos quedaron ganas.
Cuando fui madre, me propuse enseñar a mis hijos a evitar, en lo posible, las situaciones peligrosas mientras confiaba en que su ángel de la guarda fuera tan “currito” como el mío.
Decir a los niños que sólo los extraños son peligrosos es una manera ineficaz de protegerles. Estadísticamente, muchos más niños padecen abusos de gente que conocen que de extraños.
Es conveniente explicarles qué es un extraño (aunque no suelen comprenderlo del todo hasta los cuatro años); que hay gente buena y mala; y que no se puede juzgar a las personas exclusivamente por su aspecto.
En algunos estudios se proporciona a los niños fotografías y se les pregunta qué personas les parecen malas, y los niños señalan, en un porcentaje muy significativo, personas feas o sucias. Pero los agresores pueden aparentar ser gente normal y bondadosa. Poner demasiado énfasis en el miedo a los desconocidos no les protege completamente y les puede hacer desarrollar miedos irracionales, difíciles de manejar. Nuestra atención debe focalizarse en enseñarles a decir “NO”. Por eso:
- En cuanto tienen edad para poder recordarlo, debemos enseñarles su nombre completo y dirección, el de sus padres y abuelos y su teléfono; así como asegurarnos de que saben marcar el 112 y para qué sirve. Hay que dejar claro que nunca deben dar a los desconocidos información personal (dónde viven, etc.).
- No debemos permitir que los niños jueguen solos en lugares deshabitados o arbolados. Los niños deben jugar y pasear en grupo. La soledad puede ser peligrosa.
- Nuestros hijos deben comprender que a los adultos se les puede decir “No” y que nadie puede hacerles, u obligarles a hacer algo, que les haga sentir mal.
- Seamos extremadamente cuidadosos con la elección que hacemos de los adultos que van a cuidar a los niños (profesores de actividades extraescolares, encargados de negocios infantiles o deportivos, etc.). Y, en todo caso, vigilemos e insistamos a nuestros hijos en que si alguien en quien confiamos les hace algo que no les gusta… nos lo deben contar inmediatamente, porque les vamos a creer y ayudar.
- Con respecto a los desconocidos, hemos de cercioraros de que entienden que los adultos no piden ayuda a los niños ni para encontrar perritos perdidos, ni para que les indiquen cómo se llega a una calle Los adultos que se llevan a los niños suelen pedir su ayuda, o se ofrecen a llevarles a algún sitio, y los niños se van con ellos de forma voluntaria. Los niños deben entender que si un desconocido les pide ayuda deben gritar “No” y salir corriendo tan rápido como puedan hasta encontrar un adulto de confianza; y que bajo ningún concepto deben montarse en el coche de un desconocido.
- Es útil enseñarles en qué adultos pueden confiar en situaciones de riesgo, ofrecerles escapatorias. Si alguien les aborda en la calle y no hay policía cerca, deben entrar en una tienda o bar y decírselo a la persona que trabaja allí. Tenemos que explicarles que la gente que tiene un puesto de trabajo en un sitio es gente que conoce la zona, que está integrada y que, en principio, es una salida segura de la situación de peligro potencial.
- Tenemos que conseguir una comunicación fluida con los niños. Ayudémosles a no creerse las amenazas. Los adultos que hacen daño a los niños suelen coaccionarles con hacer daño a sus seres queridos si cuentan lo que está pasando. Les presionan para que estén callados asegurándoles que si se sinceran con sus padres perderán su amor. Repitamos a nuestros hijos a menudo que nuestro cariño es incondicional.
- No deben aceptar nada de desconocidos. El cuento de la Blanca Nieves es muy útil en este punto . No se deben aceptar “manzanas” de extraños.
Siempre que nuestro hijo traiga un juguete nuevo a casa, debemos investigar de dónde procede. Tenemos que hacerles entender que si alguien les está haciendo, o prometiendo, regalos nos lo deben contar inmediatamente.
- Si alguien, Dios no lo quiera, intenta llevárselos… deben saber que han de tirarse al suelo, patalear, gritar y morder haciendo tanto ruido como sea posible.
Nunca dejéis a los niños pequeños solos o desatendidos. Siempre debe haber un adulto de confianza al que puedan recurrir si fuese necesario. Aleccionadles para que nunca salgan de casa sin permiso y sin informaros de dónde están y con quien. Debéis saber dónde se reúnen con sus amigos y quiénes son; para lo que es útil llevar un control de los teléfonos de sus casas y sus direcciones.
Sé que este post es muy intranquilizador, y que el tema es muy desagradable y triste… pero las personas sólo nos podemos defender desde el conocimiento de los peligros… o teniendo mucha suerte. Es importante preparar a nuestros hijos para que sepan protegerse.
Lo más difícil es encontrar el punto de equilibrio entre cautelar a nuestros hijos o llenarles de miedos e inseguridades.
No tenemos que abordar con ellos una charla pesadísima y exhaustiva sobre seguridad. Cuando la vida nos dé la oportunidad, debemos enseñarles cómo defenderse de forma paulatina, del mismo modo que les enseñamos seguridad vial y a cruzar con el semáforo en verde. Si nuestro hijo se aleja en el supermercado, por ejemplo, podemos aprovechar la situación para preguntarle qué haría si se perdiera y enseñarle a recurrir a los dependientes. Así, y poco a poco, aprenderán cómo actuar sin necesidad de agobiarles con la preocupación que se esconde tras nuestras frases.
Y la misma reflexión de siempre… ¡¡¡Qué difícil es educar!!!
meneame