Adolescencia – ¿Vaguería o desobediencia?

Adolescencia – ¿Vaguería o desobediencia?

La mayoría de las veces nuestros hijos adolescentes no quieren desobedecer, no son desafiantes, ni siquiera irresponsables… en realidad, es algo mucho más sencillo: Simplemente quieren posponer una tarea que no es apetecible. Cuando se está en esa edad, el tiempo se valora de un modo distinto y cuesta mucho reunir la energía necesaria para acometer los trabajos que resultan desagradables.

Nuestros hijos no quieren desobedecernos, sólo quieren saltarse nuestro control… de vez en cuando.

Dicen “Luego lo hago” y es exactamente eso lo que piensan, sólo que ese “Luego” nunca llega. Nunca encuentran el momento de cumplir con una tarea desagradable. La mayoría de las veces, cuando quieren llevarla a cabo… el tiempo se ha esfumado y con él… la oportunidad de cumplir con su obligación.

Mi abuelo solía decir: “La forma más innoble de no realizar una tarea es posponerla”. ¡Qué difícil le fue conseguir que yo interiorizara el significado de esa frase! ¡Me la repetía una y otra vez…! Casi tanto como yo, ahora, a mis hijos adolescentes ;-)

Reloj

Durante la niñez, los adultos ejercemos como “fuerza de voluntad externa”: nos ocupamos de que coman lo que tienen que comer, de que se acuesten a la hora adecuada, controlamos que hagan sus tareas… Pero al llegar a la adolescencia, nuestros hijos demandan más autonomía y descubren que pueden tomar sus decisiones. En ese momento descubren lo costoso que es el auto-control. Por este motivo es muy importante trasmitir a nuestros hijos de una forma adecuada cuál es el significado más positivo de la palabra “disciplina” y cómo está asociada con la fuerza de voluntad y la constancia.

El  control  que  ejercemos sobre los adolescentes es siempre imperfecto. La realidad es que si nuestros hijos de verdad quieren hacer algo, lo harán. Pero también es verdad que sus motivaciones son distintas de las nuestras y que les cuesta mucho esforzarse para lograr un objetivo lejano. Por eso hemos de darles sólo la libertad que pueden asumir y administrar.  

Los adultos tenemos que ir dejando poco a poco nuestro papel de “Pepito grillo” con los hijos, de forma gradual y progresiva. Tenemos que supervisar que tienen la fuerza de voluntad suficiente para cumplir con sus obligaciones, e ir suprimiendo nuestro “control externo” según vayamos constatando que no nos necesitan en ese papel.

La realidad es que nuestros hijos aprenden el valor de lo que les exigimos en función de la importancia que le demos a que cumplan con su deber. Si no establecemos bien los límites y les exigimos determinados comportamientos les será muy difícil esta tarea.

¿Qué podemos hacer mientras desarrollan adecuadamente su sentido de la responsabilidad? Ponernos pesados, repetir nuestras peticiones, exigir, recordar…

Con el tiempo… nos lo agradecerán.


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