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DIY por San Valentín

Ya es 14 de Febrero, ¡San Valentín! Y aunque en Miles de Textos somos unos romátic@s empedernid@s, yo no soy muy partidaria de las celebraciones comerciales. Pero hace un par de días tuve la suerte de pasear con Sofía, una preciosidad de dieciocho años.
¡Qué tarde tan fantástica!
Qué suerte tenemos los que disfrutamos de la compañía de jóvenes y adolescentes, sobre todo si nos permiten compartir sus sueños.
Es maravilloso escucharles decir cuánto se quieren, la ilusión que les hace preparar una cena de San Valentín, y poder contemplar como saborean cada pequeño detalle con el que “estrenan” la vida.
Este año me he reconciliado con la fiesta de “San Valentín” gracias a Sofía.
Me di cuenta de que mi visión sobre esta fiesta estaba muy lejos de la suya.
Me contó que estaba muy enamorada y, con unas palabras que sería incapaz de reproducir en este post, me contó cuál iba a ser su regalo de San Valentín para su novio: había preparado un rollo de papel de más de 15 metros de “Te Quieros”. Me dijo que únicamente había necesitado tiras de papel, tijeras, pegamento y muchas ganas de escribir. Me consta que Sofía escribe muy bien. Pero sin necesidad de escribir ni una sola línea hizo una poesía perfecta, la que lleva a otro a emocionarse y a mirar las cosas desde una perspectiva nueva. El mejor ingrediente para cualquier regalo… es la ilusión. La mía está de “estreno” tras un paseo con Sofía.
¡¡¡Feliz San Valentín!!
Leer masUna sorpresa por San Valentín

No soy muy de festejar San Valentín. Todos los días me parece que deben ser “el día del amor” y el momento perfecto para decirle a la persona que queremos lo felices que somos a su lado.
Cuando nos enamoramos compramos pequeños regalitos, tenemos mil detalles, escondemos declaraciones, o poesías, en servilletas de bar y regalamos flores; con la rutina diaria, en el día a día del amor (un sentimiento mucho más fuerte que el del enamoramiento pero menos obsesivo), podemos olvidar que conquistamos a la persona que comparte nuestras vidas con muuuuchos detalles y que debemos mantener viva esa llama que conseguimos encender.
Si el día de San Valentín cumple con esa finalidad… ¡bienvenido sea! Además yo soy muy de celebrar, me da igual que sea el Día Mundial del Tomate en el Calcetín, la cosa es encontrar un hueco para reírnos, abrazarnos, comer (y beber) rico y llegar a la cama cansados pero habiendo disfrutado de un día diferente que merece un recuerdo especial.
Este San Valentín me he propuesto dar mi regalo en “cómodos plazos” a lo largo del 2017 y todos los meses encontrar el momento perfecto para alguna sorpresa: regalos o un planes, declaraciones inesperadas (alguno tan infantil como esconder un mensaje en unas galletas. Has descifrado ya el mensaje secreto de nuestras galletitas saladas? ;)
En fin pienso regalar, como la canción de Mina, un año de amor… que no pueda olvidar.
¡Feliz San Valentín!
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La tribu de los pies negros

Bea y Sergio estaban organizando el día más importante de su vida: su boda, y querían sorprender a todos sus invitados. Lo que no sabían es que sus amigos, Susana y Roberto, iban a tomar la iniciativa y, en uno de los momentos más emocionantes de la ceremonia, leerían para ellos un cuento muy especial: La tribu de los Pies Negros.
Un relato lleno de complicidad y divertidos guiños que les haría recordar el momento único en el que nuestros “dos indios” protagonistas se conocen y deciden no separarse jamás.
Gracias Susana y Roberto por poner tanta ilusión en este Cuento de alta costura y compartir con Miles de Textos esta fotografía. Nos ha encantado poder formar parte de vuestro inolvidable regalo.
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Vivencias de 2016

Se va 2016 y, como no me gusta mucho hacer balance, he decidido recordar sólo las cosas buenas que he vivido este año.
¿Qué preciosas vivencias os ha regalado a vosotros 2016?
Entre otras cosas… yo he descubierto este año que, por poco que me guste reconocerlo, la Navidad tiene algo mágico.
Cuando mis hijos eran pequeños me emocionaba en las fiestas de sus colegios. Me caía encima la sensación de que cerraba un año. Y me daba hasta rabia esa ñoñería de verme lagrimosa en sus fiestas mientras reventaban villancicos disfrazados de estrella o de árbol, mucho más el año que tuve esa misma sensación con un disfraz de reno del que ya os hablé y que podéis recordar pinchando AQUI
Este diciembre pensé que por fin me había librado de esa extraña emoción que aúna ternura y ganas de llorar. Me equivocaba.
Mi hijo de dieciséis años me iba a sorprender pidiéndome que le comprara ingredientes para hacer una tarta de manzana.
– ¿Para qué? –me puse en guardia. Durante este mes suelo tener mucho lío.
– Vamos a hacer una fiesta en clase.
– ¡Pues compra algo! –traté de defenderme de una tarde de “Mamá, ¿qué le pongo?-¿Cuánto tiempo?-¿Cómo lo bato?” Y que suele terminar con un “¿Pero esto no lo ibas a hacer tú?????”
– Tiene que ser algo hecho por cada uno.
– ¿Y se puede saber cuántos vais a llevar una tarta?
Esta fue la pregunta fatídica.
– Sólo cinco –contestó.
– ¿Y por qué eres uno de los elegidos? ¿Qué van a llevar los demás? –Esto último, he de reconocerlo, lo pronuncié con cierto retintín.
– Se jubila la cocinera del comedor –me dijo serio–. Los de mi grupo le tenemos mucho cariño. Es muy buena persona. Ya sabes que a la hora de comer a veces tengo ensayos –me explicó-, cuando llegamos tarde a comer… nos guarda la comida para que no nos quedemos sin lo que nos gusta. Y si se acaban los postres… nos hace nuevos. En enero ya no estará y pensamos en hacerle un regalo.
Yo todavía no le entendía bien:
– ¿Y qué le vais a comprar?
– Nada –me dijo–. Vamos a preparar lo más rico que se come en nuestras casas y se lo vamos a llevar al cole. Es nuestro modo de decirle que no la vamos a olvidar.
Antes de darme cuenta estaba con los ojos llenos de lágrimas y enredada en la mejor tarta de manzana que hemos hecho nunca.
Cinco chicos de dieciséis años iban a pasar la última tarde, ya libre, antes de recibir las vacaciones… ¡cocinando!
¡Que hay una magia, os lo digo! Y que yo no me libro de llorar con las fiestas de los colegios en Navidad.
A ver el año que viene
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Busca y encuentra

Un truco para que vuestros peques no pierdan el interés por la lectura y el amor por los cuentos es buscar las temáticas que más les puedan divertir.
Yo lo he tenido bastante fácil hasta ahora: dinosaurios, tiburones… Los animales en general eran su materia preferida. Pero desde hace algunos meses llevo observando cierto “desinterés” por los cuentos. Por eso, aprovechando que ayer fue festivo en Madrid, me acerqué a una librería a bucear un ratito entre libros por ver si encontraba algo diferente. Nada puede gustarme más. ¡Me hubiese llevado media tienda! Pero el objetivo era encontrar un Cuento para que mi enano recuperase un poquito ese amor perdido por los “amigos de papel”.
Como a casi todos los niños de 4 años le encantan las “marranadas”: los pedos, los pises, los eructos… y no sé muy bien porqué, desde pequeño le llaman poderosamente la atención las cacas. ¡Si!, ¡Qué le voy a hacer! ¡Es así! Vamos por la calle y me señala los excrementos de los perros, de las palomas…
- ¡Mira, mamá, una caca enorme! Esa seguro que es de un Tiranosaurio Rex!
Es bastante desagradable. Y, cuando hay gente alrededor… más. Jajaja
Con todo esto que acabo de escribir, podréis comprender que cuando me encontré en una de las estanterías de la librería con “El topo que quería saber quién se había hecho aquello en su cabeza…” escrito por Werner Holzwarth, ilustrado por Wolf Erlbruch y editado por Penguin Random House Grupo Editorial, de lo tuve claro. Abrí sus páginas y se me escapó una carcajada al ver las ilustraciones de diferentes animales con sus respectivas modalidades de caca. Sabía que al enano le iba a encantar.
Lo pagué encantada y me lo llevé a casa.
Al recoger al pitufo del cole le advertí que tenía una sorpresa para él. Pasó gran parte de la tarde tratando de adivinar qué sería.
- ¿Es un juguete? –preguntó.
- ¡A ver si lo adivinas!- Contesté.
- ¿Es una espada láser? ¿Un tiburón?
- ¡No! Si quieres te doy una pista… Es algo con lo que te vas a reír mucho!
- ¿Cosquillas?
- ¡No!
- ¿Una caca asquerosa con pelos?
- ¡Casi!!!!
Tras el baño decidí que había llegado el momento de compartir por fin esas risas. Y el primer golpe cuando vio que le estaba regalado un cuento no fue demasiado alentador.
- Es que yo no quería un cuento.
- Éste… ya verás, te va a gustar mucho.
Lo abrió al azar y lo primero que se encontró fue ¡el enorme culo de un cerdito haciendo caca!
- ¡Mamá mira!!! – se reía a carcajadas – ¡Está haciendo una caca podrida!
“El topo que quería saber quién había hecho aquello en su cabeza” no me defraudó. Me he hecho la promesa de comprar una vez al mes un libro distinto, impactante, sobre cualquier tema que pueda interesarle: pasteles, naves espaciales, recortables… No cambio por nada del mundo la sensación fantástica de tener que pelearme para que deje el libro y se siente a cenar.
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