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Juego de pasillo

Faltaba más de un mes para el cumpleaños de Álvaro cuando Lucía empezó a pensar en un regalo para él. Jugueteaba a menudo con la idea de encontrar algo único e irrepetible.
Quería mucho a su hermano. Seguramente más de lo que había sabido expresarle en esos cuarenta y nueve años que ahora tocaba celebrar.
En cualquier caso, acertar no parecía difícil. El abanico de intereses de Álvaro era enorme y ella estaba segura de que sería feliz con cualquier pequeño detalle. Pero Lucía se había propuesto que éste cumpleaños fuese especial y no iba a rendirse hasta conseguirlo.
Como las respuestas a nuestros deseos llegan como la luz a la oscuridad, sin anunciarse, durante una cena y en medio de una breve conversación insustancial, Lucía oyó algo que consiguió transportarla de vuelta a la infancia en un poderoso fogonazo de consciencia:
- ¡Regálale un cuento! – dijo alguien.
E inmediatamente decidió contar con nosotras para preparar un cuento sobre el amor que les unía e ilustrarlo con las fotos que hacía su hermano.
Álvaro es un artista. Los dos lo son. Lucía pinta de maravilla. Ha sido un placer trabajar para ellos y conocer sus “Juegos de pasillo”.
Leer masLa nariz… final de la historia

Hemos conseguido 20 likes en Facebook y, tal y como os prometimos, terminamos la historia:
Paco no entendió que me echase a llorar, de pronto y como una loca.
Bajo un sol limpio de primavera descubrí una plantita mínima y no pude evitarlo. Asomaba tímida en el rincón en el que había jugado con mis hijos durante el invierno.
Ese año habíamos hecho un muñeco de nieve gigante. Le colocamos el chaleco de mi marido, la bufanda vieja de María y un sombrero de paja que rondaba por el trastero.
Mi hijo le puso de nombre «Pepón» y cada día le saludaba camino del colegio. Había sido el encargado de trazar su sonrisa con un palo.
Cuando empezó el deshielo… y Pepón se moría, mi hijo se ponía muy serio al cruzar el parque. Se le llenaban los ojos de lágrimas. Nunca me dijo nada. Yo a él tampoco. Ante lo triste, cuando es inevitable, basta con ser una buena compañía, es mucho mejor bálsamo que cualquier intento de consuelo. Yo le tomaba de la manita y caminaba despacito también.
No contaba con los milagros de mayo.
Estaba deseando volver a casa, decirle a Miguel que Pepón estaba vivo y que en el parque había una plantita que salía de la zanahoria que pusimos en la nariz.
¡Pero cualquiera se lo explicaba a Paco!
Además han publicado nuestra historia en la Revista digital Playa de Ákaba en la sección Ojos de Cuentista Azul. ¡Estamos muy contentas!
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