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De sueño, de gatos… y de admiración

Ayer, tuvimos la suerte de contar con la presencia de Fernando Sánchez Dragó en la presentación del libro “Enseñar a dormir la los niños”.
Quiero agradecerle, también desde el blog, su intervención de lujo. Como siempre, me encantó escucharle.
Aunque no recomiendo dormir con gatos, me entusiasmó su resumen de un cuento de Kipling (que no conocía) sobre el “compromiso de los gatos de velar el sueño de los niños”.
Os dejo en estas líneas mi admiración por Fernando y unas imágenes con poesías de mi modesta gatomaquia. Una para enseñarles a los niños la letra “G” de gato y otra sobre sus caricias y ronroneos.
Mi mayor motivo para acercarme al sueño de los niños fueron mis propios hijos. Dieciocho años después, mi hijo Luis interpretó al piano algunas composiciones suyas y me regaló la mejor caricia sin tacto.
Queremos agradecerle al CEU su labor en la educación y la ciencia, personalizando ese sentimiento en Raúl Mayoral Benito (Director Gerente de la Fundación Cultural Ángel Herrera Oria) y Ana Rodríguez de Agüero (Directora de CEU Ediciones).
Leer masDe perros, gatos… y “otras curiosidades”

Tula es una perra preciosa, de pelo dorado, suave y largo; juguetona, lista, y obediente. Todo eso… y mucho más.
Me la regalaron unos amigos, los dueños de sus padres, cuando era un cachorro de casi tres meses y creció en mi casa. Con nosotros aprendió las cosas que suelen aprender los perros: se sienta y se tumba a la orden, trae sus juguetes… y otras que no sabía que los perros pudiesen aprender como, por ejemplo, a jugar al escondite. Le enseñaron mis hijos porque a ninguno le gustaba “ligársela” (tener que ir a buscar al otro) y Tula comprendió enseguida que debía estarse quieta mientras se escondían y a salir a buscarlos cuando ya lo habían hecho. Vivimos en el campo y a Tula le encantaba seguir el rastro que dejaban los niños al correr entre los matorrales. Ni que decir tiene que siempre les encontraba.
Fue en uno de esos largos paseos cuando nos encontramos a Llorona, una gatita común, atigrada y delgadita que se había perdido de su madre. Debía tener un mes. Maullaba sin parar y, aunque estaba muy asustada, se dejó coger en cuanto nos acercamos.
Tula estaba inquieta. En un primer momento trató de olerla y el cuerpo diminuto del cachorro se hinchó mientras profería un rugido.
La pequeña y desvalida gatita había hecho el ruido de un tigre. En seguida, como si se arrepintiera, volvió a maullar aún más fuerte.
- Lo llamaremos Tigre – dijo Carlos.
- Será… Tigresa – le aclaré cogiéndola – es una gata.
- No – dijo mi hijo mayor – Se llamará Llorona. ¿No veis que no para de maullar?
Y la llevamos a casa.
La segunda vez que Tula se acercó a Llorona se llevó otro bufido, y la tercera… y unas cuantas veces más. Pero Tula no se rindió. Cuando consiguió arrimarse lo suficiente, la lamió y la empujó con el hocico hasta ponerla al lado de su cuerpo y apoyó su cabeza sobre el lomo de la gatita para darle calor mientras yo improvisaba un biberón con una jeringuilla.
Y Llorona creció alimentada con biberones y abrigada por mi perra, a la que acabó tratando como si fuera su madre. Se le subía encima, le lamía el hocico, y se dormía mamando de ella, como si la perra fuera un chupete gigante, aunque yo acabara de darle un biberón y tuviera la tripita llena.
A “Llorona” le gustaba estar con Tula. Necesitaba su calor y sus mimos; y mamar de ella, aunque no sacase nada, fortificaba el vínculo entre los dos animales de tal manera que si algún día Tula tiene cachorros no podrá quererlos más, ni cuidarlos mejor, que a la débil y chiquitina Llorona.
Para mi sorpresa ¡maravillas de la naturaleza! Un día descubrí que Llorona ya no quería los biberones que le preparaba. Apartaba la boca y maullaba desesperada para que la dejase en el suelo.
En cuanto la soltaba se refugiaba entre las patas de Tula y empezaba a mamar.
No me lo pude creer hasta que me lo explicó el veterinario: Tula tenía leche. Estaba amamantando a la gata. Había decidido que era la madre de “Llorona” y su cuerpo escuchó esa decisión.
Hay historias que parecen de cuento… pero son reales. Grabamos este video antes de destetar a Llorona:
NOTA: La leche se produce porque la prolactina, una hormona cerebral segregada por la parte anterior de la hipófisis, permite el inicio y el mantenimiento de la lactancia. La estimulación de los pechos al mamar la cría y el vínculo fueron suficientes para la producción de leche.
En el caso de la lactancia humana este tipo de estimulación para la lactancia se llama lactancia inducida o relactación. Permite que los niños adoptados puedan ser amamantados por sus madres adoptivas o reinstaurar la lactancia que se había interrumpido si el bebé necesita, por el motivo que sea, volver a la lactancia materna.
Dejo, asociada a esta lectura, un texto sobre lactancia en la sección “Moraleja para papás” Pincha aquí
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