+ Elena

+ Elena

Me resulta muy fácil inventar historias y personajes pero, al tener que decidir cómo iba a presentarme en el blog, tuve un momento de miedo al folio en blanco.

Patricia, amiga incondicional, me animó con una pregunta:

      _¿Qué tú no sabes qué escribir?

Pero así era.

Y, para no variar en mi forma de hacer, he terminado desoyendo todos los consejos que he recibido en mi vida sobre este tema y he empezado con una declaración algo chocante: “Soy disléxica y me dedico a escribir”.

Siempre que lo cuento, los que me quieren intentan convencerme para que no lo diga… “porque a nadie le importa”.

Comprendo perfectamente la preocupación que se esconde tras su recomendación, pero si superamos los problemas y no lo contamos… le robamos a los demás nuestra ayuda y parte de la esperanza.


No creáis al leer estas palabras que la cosa tiene mucho mérito. En realidad nunca fui consciente de tener una limitación. Nadie se dio cuenta del tipo de disgrafía que sobrellevé en la infancia y que, unida a una mala lateralidad (la incapacidad de discernir correctamente la izquierda de la derecha y/o una mala orientación espacial), me obligaron a desarrollar formas un poco distintas de manejar las letras y el lenguaje escrito.

Siempre me gustó escribir. Desde niña me parece la manera perfecta para expresarnos, y tengo la suerte de encontrar en los libros una compañía “fantástica”.

Rodeada siempre de adultos, mi niñez fue algo solitaria. Buscaba amigos, juegos o aventuras… en los cuentos.

Con esas dos aficiones, y un poquito de aburrimiento, fue una tentación irresistible enredar con los relatos y la poesía.

Mi abuela paterna me presentó, sin decir nada, a un concurso que convocaba Gloria Fuertes.

Fui uno de los niños ganadores.

En aquella época era muy común que las editoriales organizasen premios para, en las entregas, vender libros o enciclopedias a los padres de los niños; y, cuando llamaron a mi casa, mi madre les contestó:

      _Lo siento, no estoy interesada.

La persona que llamaba tuvo que insistir mucho para que comprendiese que su hija había quedado finalista de un concurso nacional de poesía infantil y que iban a publicar el poema en un libro de Gloria Fuertes.

No olvido el día que la conocí.

Mi poesía era sobre terrorismo.

Todavía no era consciente de ser distinta de los demás. Buenas notas y ningún problema.

La primera señal de alarma vino de una profesora de literatura. Le presenté un relato que había escrito.

Ahora comprendo sus palabras: Está muy bien _me dijo_ La historia es bonita. Pero tú no deberías dedicarte a escribir.

Y empezó una charla sobre orientación profesional completamente alejada de mi núcleo de interés sin darme más explicaciones.

Me frustró y me entristeció. Pero fue la única que había detectado aquella  dificultad.

Por supuesto, y en mi línea habitual, desoí su consejo y continué con mi vocación; aunque había perdido la fe y no conservo nada de lo que escribí en esa época.

Terminé el bachillerato. Empecé Derecho.

Tres años de Derecho me ayudaron a comprender que ser abogado no era lo mío. Ese descubrimiento y mi nivel de inglés cambiaron mi rumbo. Surgió la posibilidad de estudiar en la Universidad de Standford (California) para incorporarme en una Unidad de Sueño preparando técnicos españoles. Y a mi vuelta empecé, como Técnico de Polisomnografía, a trabajar por las noches controlando las constantes vitales de los que padecen un trastorno de sueño.

Allí fui consciente por primera vez de que mi relación con letras y números era algo distinta de la que tenían, “con las grafías”, los demás.

La secretaria de la unidad, Pilar, se pasó muchas horas buscando las historias de los pacientes que yo archivaba antes de decidirse a hablar conmigo:

      _Elena, no te molestes _se disculpó de antemano_ pero… he llegado a la conclusión de que tienes un problema. Cuando tenía que buscar una historia que tú habías guardado… me volvía loca. Pero he encontrado la solución y creo que tienes un problema _insistió.

Pilar se había tomado la molestia de investigar por qué las historias estaban fuera de su sitio. Si yo guardaba la 2034, podía encontrarla en el lugar de la 3420; la 2345 en el espacio de la 4523, etc.

Para su sorpresa me eché a reír.

      _Perdona –le dije– No volverá a pasar. Es lo del espejo.

      _¿Lo del espejo?

      _Sí. 2034… 34  20

Charlando con ella me di cuenta de que, desde la infancia, había desarrollado un montón de técnicas sistematizadas para no equivocarme.

Si no hubiese sido una tarea tan simple (archivar historias) no me hubiese pasado. Tengo miles de trucos para no confundir jamás las letras o los números y no olvidar un solo acento; así como para ubicarme espacialmente. Simplemente no había prestado atención. 

Lo más curioso es que yo estaba convencida de que todo el mundo utilizaba ese tipo de estrategias para manejarse.

Una vez descubrí que no era así, y después de entender algo mejor a mi profesora de literatura, retomé mi vocación literaria con más entusiasmo y esfuerzo.

Hay muchos tipos de dislexia, unos más complicados de superar que otros pero con motivación, y sabiendo reconocer las propias capacidades para poder desarrollarlas mejor, se pueden conseguir todas las ilusiones.

Ayudemos a los niños a hacer una buena combinación en el cóctel: “ilusiones, capacidades, expectativas y esfuerzo”.

Mi cariño para todos los que están en ese camino

Elena

        


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6 comments on “+ Elena

  1. Marina on said:

    Gracias, me das esperanza, mi hijo de 9 años es dislèxico, todavia no escribe ni lee, pero se empeña muchisimo y sè que pronto veremos progreso. Es muy curioso, el hecho de que dibuja muy bien, muy pequeñito, solo me di cuenta recientemente. Bueno, lo dicho, tu post me ha dado animos.

    • Milesdetextos on said:

      Gracias a ti, Marina. ¿Por qué no le dices que nos haga unos dibujos? Los publicaremos en nuestros P-q-entos ;-)
      Trata de jugar con él a descubrir letras en las cosas: La A… un avión de papel; la B… una bici tirada en el suelo; la T… una trenza. Tengo un trabajo con esa idea pero desgraciadamente todavía no he podido publicarlo, lo mismo ese juego le ayuda. Su facilidad para dibujar puede ser una puerta abierta a otra forma de entender el lenguaje escrito.
      Ya verás como todo va bien.
      Un abrazo
      E.

  2. Blanca Baracco on said:

    Hola Elena:
    Recién descubro este maravilloso sitio. Soy abuela de un niño de 11 años que es disléxico. Yo soy docente y tengo una licenciatura en Gestión de la Educación y descubrí, con mi hija, que “algo pasaba con Máximo” en el curso de su primer grado de escolaridad.
    Hoy lee y escribe bien y tiene una magnífica y asombrosa imaginación que lo lleva a “hacer historias”, como él dice, donde vive aventuras y comparte con personajes que solo él ve y que a veces logramos que nos cuente.
    Seguramente si pudiera conseguir que las escriba o las grabe -ya que la escritura no lo entusiasma mucho, tal vez por la dificultad que representó en sus primeros años- tendríamos guiones perfectos, con todos los personajes y parlamentos para varias obras de teatro o películas de aventuras.
    Algo que leí en tu presentación me mueve a consultarte y es la estrategia que utilizaste para colocar correctamente los acentos… Para Maxi es un punto muy flaco en su escritura y que no logro encontrarle la vuelta para ayudarle. Tal vez tú tengas una estrategia que no se me ocurrió y que pueda probar.
    Desde ya gracias por tu atención.
    Cariños
    Blanca
    (Desde buenos Aires, Argentina)

    • Milesdetextos on said:

      Hola Blanca:

      ¡Gracias a ti por tus cariñosas palabras! Me encanta lo que me cuentas de la imaginación de Máxi. Y, aunque no le guste mucho escribir por lo que me has explicado, te recomiendo que le animes a usar el programa de word del ordenador (con el truco del corrector) y que le propongas comprarle los cuentos o historias que escriba. Conviértete en su editora ;-) Sacarse un dinerillo para sus pequeños caprichos puede ser un buen estímulo para vencer el miedo al papel en blanco. Comprobar que lo que escribe os gusta, le ayudará a superar el mal recuerdo de sus primeros tropezones con las letras.
      Estoy encantada de ayudarte con lo de las tildes. De hecho, te he preparado un texto para ayudarte, pero es muy largo y prefiero mandártelo por e-mail.
      Comprueba que lo recibes y no se va a la carpeta de spam.
      Te mando un abrazo… de letras
      Elena

      • Blanca on said:

        Gracias Elena. Recibí bien el correo y nuevamente agradezco tus recomendaciones y la generosidad de tu respuesta.
        No había pensado en el “estímulo económico” si pone en papel sus historias, ya lo tomo y luego te cuento.
        Prometo mostrarte lo que escriba.
        Cariños
        Blanca

  3. Pingback: + Elena Dominguez | Miles de Textos | Recursos ...

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