Posts made in junio, 2012
Autoestima – El fabricante de espejos
Es muy probable que nuestros hijos terminen siendo lo que les repetimos con insistencia que son.
Con esta frase quiero decir que nuestra opinión dirige la que los niños tienen sobre sí mismos.
Durante la infancia, y mientras somos el centro de sus referencias, nuestra actitud y comentarios terminan dejando huella en la opinión que van formando día a día sobre lo que son y lo que pueden lograr o no.
No siempre somos conscientes del poder de nuestras frases y la fuerza que tienen en cuanto a Programación Neurolingüística se refiere. (Sintetizando mucho, según la PNL nuestro pensamiento se forma de palabras que, al identificar y calificar, programan el cerebro con los mensajes que recibe; y la repetición de determinadas palabras produce emociones que dirigen la conducta).
Las opiniones que expresamos sobre su físico o su forma de ser, durante la infancia y la adolescencia, terminan dirigiendo la que tendrán sobre sí mismos.
Si le repetimos a nuestro hijo incesantemente una frase como “Eres un vago” para conseguir estimularle y que se esfuerce más… sólo conseguiremos que interiorice esa visión que le damos sobre su personalidad, que se vea como un gandul y que crea que no puede hacer nada para mejorar.
Somos para nuestros hijos una especie de espejo en el que mirarse. Debemos, desde la objetividad, mostrarles y potenciar sus virtudes, y trabajar todos los aspectos de su personalidad que se puedan corregir.
También es muy importante la opinión que tengan sobre ellos sus profesores y los familiares cercanos. Sobre todo cuando les hacen conscientes de ella con sus palabras o con su actitud.
La autoestima, que se establece durante la infancia y la adolescencia, y se consolida en la juventud, es imprescindible para enfrentar los problemas y dificultades de la vida.
¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos?
- Seamos un buen ejemplo. Procuremos evitar las frases de autocastigo como: “Soy un desastre”, “Todo me sale mal”… Son falsas y es una actitud vital negativa que se aprende.
- No les etiquetemos de forma negativa: En vez de “eres un vago”, digamos: “Tú puedes hacerlo mejor”.
- Potenciemos todas sus virtudes y cualidades ofreciéndoles tantas oportunidades de brillar como sea posible. Si juega bien al baloncesto… animémosle a apuntarse al equipo del colegio.
- Intentemos hacerles conscientes de nuestro respeto y cariño con abundantes demostraciones físicas de afecto.
- Digámosles con frecuencia que les queremos y valoramos.
- Cuando debamos corregirles, hagámoslo con respeto y afecto.
- Asegurémonos de hacerles entender que estamos dispuestos a ayudarles.
- Permitamos que expresen sus emociones o sentimientos y aprendamos a expresar claramente lo que esperamos de ellos.
- Prestemos atención a los signos de alarma que indican la presencia de complejos (no querer llevar determinada ropa porque “me hace gordo/a”, por ejemplo).
- Ayudémosles a comprender que la perfección no existe y, lo que es más importante, no es necesaria
Esta “Moraleja para adultos” es una reflexión sobre educación asociada a un cuento. En “Cuentos para niños” podemos encontrar el texto sobre el que trabajar con nuestros hijos para estimular su aprendizaje de inteligencia emocional: Pincha aquí
En “Reflexionamos juntos” unas preguntas, relativas al cuento, para ayudar a los niños a profundizar en él según su propia experiencia: Pincha aquí
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El fabricante de espejos – Autoestima – Reflexionemos juntos
Acompañamos todos los cuentos de unas preguntas, relativas al texto, para ayudar a los niños a profundizar en él según su propia experiencia:
. ¿Qué te parece lo que hace el enano en el cuento?
. ¿Por qué crees que no quieren cambiar ni él ni el ama de llaves?
. ¿Qué hubieras hecho tú?
. ¿Te gusta cómo eres?
. Piensa en alguien que no te guste físicamente, o te caiga mal. ¿Eres capaz de ver en él/ella algo que sí hace bien, o te gusta?
En “Cuentos para niños” podemos encontrar el texto sobre el que están inspiradas estas preguntas dirigidas a trabajar el desarrollo de la inteligencia emocional: Pincha aquí, y en “Moralejas para adultos” una reflexión sobre la autoestima para padres y educadores asociada al cuento: Pincha aquí.
Leer masCómo mejorar nuestra comunicación con los adolescentes

No siempre es fácil encontrar la manera de hacernos entender por nuestros hijos cuando llegan a la adolescencia. La mayoría de las veces, antes de empezar a hablar con ellos, tenemos delante a un joven malhumorado y poco interesado en escuchar.
A lo largo de la infancia es probable que, sin darnos cuenta y en más de una ocasión, les hayamos subestimado, desoído su opinión, regañado en público o criticado abiertamente su comportamiento incluso sin suficiente razón, etc., (y todo esto con suerte de no haber actuado de forma que complique aún más nuestra relación con ellos).
Están madurando y pelean por conseguir un trato de igual a igual, pero todavía necesitan nuestra guía y supervisión aunque la forma de ofrecérselas deba ser diferente.
Hay que partir de este reconocimiento y asumir que, en esta etapa del desarrollo, entenderse suele ser más complicado. Es habitual que identifiquen nuestra autoridad con una demostración de nuestra incapacidad para comprender sus necesidades. Sin embargo, su reivindicación de independencia no puede convertirse en un escollo infranqueable. Una vez reconocida una dificultad debemos dedicar más atención para superarla con las mejores herramientas.
¿Cómo podemos mejorar la comunicación con nuestros hijos adolescentes?
Cada adolescente es diferente y las formas de comunicaciones son infinitas, por tanto, toda generalización entraña un riesgo.
Estas son sólo unas recomendaciones que pueden facilitar el entendimiento:
- Prestemos atención al lenguaje no verbal – Tan importantes como las palabras que utilizamos son los mensajes que se esconden en nuestro tono, actitud e intención, a la hora de hablar, para dotarlas de auténtico significado. Debemos ser especialmente cuidadosos con nuestro lenguaje, el verbal y el no verbal, al dirigirnos a un adolescente. Los movimientos de nuestro cuerpo o nuestra actitud son más difíciles de controlar que nuestras palabras pero tan importantes como ellas. Son muchas las cosas que les decimos a los demás sin querer.
Mantened una postura que invite al diálogo.- Hay que procurar ofrecer una actitud serena, una postura cómoda que nos permita tener los músculos relajados. Si nos encogemos o cruzamos los brazos, enviamos mensajes de reserva, cuando no de defensa.
Contacto visual.- A la hora de entablar una conversación, es importante mirar a los ojos y mantener la mirada. Nos ayuda a descubrir si se nos está entendiendo correctamente al mismo tiempo que demostramos nuestro interés al interlocutor.
- Es útil usar frases cortas para sondear el nivel de atención y comprensión: Por ejemplo: “Sí”, “Ya veo”, “Ah”, etc., así como explorar de vez en cuando si recibimos sus mensajes e inquietudes correctamente: “No sé si te he entendido, ¿te sientes mal porque crees que no me gustan tus amigos?” Las frases cortas no interrumpen y dan a la persona que habla la certeza de estar siendo escuchado con interés.
- No debemos interrumpirles, aunque creamos que sabemos perfectamente lo que van a decir. Les creará un sentimiento anticipado de incomprensión y les alejará de nosotros. Debemos permitir que nuestros hijos acaben sus razonamientos antes de ofrecer los nuestros (aunque a ellos les será más difícil colaborar no interrumpiendo o utilizar un lenguaje no verbal adecuado).
- Hemos de conseguir tratar sobre una sola cosa, no traer otras a colación: “Ha suspendido el examen y se ha peleado con su hermana” Las dos cosas se deben hablar, pero no al mismo tiempo.
- Por el mismo motivo: para no enturbiar y facilitar el entendimiento, nuestras peticiones al respecto han de ser claras “Quiero que estudies esa asignatura todas las tardes al menos hora y media” en vez de “Deberías estudiar más”. Esa expresión clara de lo que se espera de ellos debe ser formulada en primera persona cuando debamos recriminarles algo, expresando nuestro sentimiento y dejando claro lo que esperamos. Sustituiremos “Eres un vago, te estás cargando tu expediente y no eres capaz de poner orden en tus horarios” por “Estoy enfadado, o preocupado, porque no estás prestando suficiente atención a tus calificaciones. Me gustaría que dedicaras más tiempo a tus estudios. ¿Qué te parece si establecemos un horario que te ayude a estar más centrado?”. Siendo el hecho aparentemente idéntico, no suena igual una frase que la otra, ni predisponen al mismo estado de ánimo a la persona que las recibe.
- Es probable que nuestros hijos no tengan la capacidad de elegir sus frases con tanto cuidado, por lo que debemos atender más al fondo de lo que dicen que a como lo hacen y asumir que podemos malinterpretarles. Si tenemos esa duda hemos de preguntarles qué piensan o sienten, y pedirles que nos lo expliquen de nuevo. Nos serán útiles las preguntas que requieran una respuesta estructurada y no se puedan responder con un “sí” o un “no” como por ejemplo: “¿Dónde vais a ir?” Muchas veces les ofrecemos en nuestras preguntas la escapatoria para evitar una conversación. No se lo pongamos fácil y procuremos elegir nuestras preguntas entre aquellas que requieren una frase con sujeto verbo y predicado, como por ejemplo “¿Cómo vais hasta allí?”
Si a lo largo de la conversación descubrimos que nos hemos equivocado, y les hemos malinterpretado, debemos disculparnos.
- Evitemos las generalizaciones. La mayoría de las veces no son ciertas y proporcionan al adolescente una oportunidad de desviar el objetivo de la conversación refutándolas. Así un “Nunca limpias tu cuarto” se debe sustituir por “No has limpiado el cuarto” porque si decimos “Nunca limpias tu cuarto” terminaremos enfrascados en una discusión en la que saldrán a relucir todos los días que sí lo hizo y terminaremos siendo acusados de exagerados, radicales, o poco observadores.
- Hay muchas frases hechas que debemos intentar evitar: Es evidente que no debemos utilizar ninguna frase que pueda herirles, como por ejemplo: “Eres un inútil”, pero también hay otras que, aunque de forma menos evidente, pueden dificultar nuestro entendimiento con ellos: “¿Qué esperabas?”; “¿Qué te creías?”; “Cuando yo tenía tu edad…” (sobre todo si la comparación les perjudica); “No es para tanto…” (o cualquier otra frase que trate de quitar importancia a lo que sienten); y, en el extremo contrario, debemos huir de las frases que les lleven a la autocompasión y a los sentimientos de derrota: “Esto es lo peor que te podía haber pasado…”
Tenemos que conseguir que sientan que les respetamos y que para nosotros es tan importante entenderles… como sentirnos entendidos y respetados.
Y todo ello con el imprescindible sentido del humor que es el lubrificante imprescindible para engrasar el mecanismo de la cómplice y buena comunicación. No debemos olvidar que en muchas ocasiones es nuestra reacción desmesurada ante las dificultades de nuestros hijos la auténtica responsable de su valoración de los problemas. Si nuestra reacción es exagerada y trágica puede ocasionar un efecto contraproducente sobre su actitud ante las dificultades.
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