Posts made in abril, 2012

El buen rey Dagoberto

El buen rey Dagoberto

“El buen rey Dagoberto” es una canción popular para niños que tiene su origen en la época de la Revolución Francesa. La intención era ridiculizar la monarquía.

Se inspiró en cuentos sobre las andanzas del mítico rey de los francos Dagoberto I (603 -639), que trasladó su corte a París.

La leyenda cuenta que se hizo fabricar un trono de oro macizo.

Transformado en héroe por los monjes de Saint Denis, abadía que el mismo fundó y que llegó a convertirse en tumba de los reyes de Francia, la Revolución Francesa hizo de él un bufón.

Una canción pegadiza que ayuda a nuestros niños a familiarizarse un poco con el francés:

Pincha en el dibujo de la corona para escuchar la canción y ver el vídeo:

Canción “Le bon roi Dagobert”

 

 

 

 

Os traduzco la letra de la canción:

 

El buen rey Dagoberto tenía su calzón del revés

El gran San Eloy le dijo: ¡Oh, mi rey! Su majestad tiene el calzón mal puesto.

Es verdad – le dijo el rey – Me lo voy a poner del derecho.

El buen rey Dagoberto cazaba en la llanura de Anvers.

El gran San Eloy  le dijo: ¡Oh, rey mío, vuestra  majestad se está quedando sin aliento!

Es verdad – le dijo el rey – un conejo corría detrás de mí.

El buen rey Dagoberto quería embarcarse y atravesar el mar.

El gran San Eloy le dijo: ¡Oh, rey mío, vuestra majestad se ahogará!

Es verdad – contestó el rey – podría gritarse que el rey bebe.

El buen rey Dagoberto comía glotonamente el postre.

El gran San Eloy le dijo: Oh, rey mío, eres un ansioso, no comas tanto.

Es verdad – le dijo el rey – pero no lo soy tanto como tú.

El buen rey Dagoberto tenía una gran sable de hierro.

El gran San Eloy le dijo: ¡Oh, rey mío, vuestra majestad podría herirse!

Es verdad – contestó el rey – ¡Que me den un sable de madera!

El buen rey Dagoberto se batía a diestro y siniestro.

El gran San Eloy le dijo: ¡Rey mío, vuestra majestad se va a matar!

Es verdad – contestó el rey – ¡Ponte deprisa delante de mí!

Cuando Dagoberto murió el diablo inmediatamente acudió.

El gran San Eloy le advirtió: ¡Oh, rey mío, el diablo está aquí! ¡Deberías confesarte!

Es verdad… – contestó el rey – ¿te podrías tú morir por mí?

 

Hay muchas letrillas distintas. Estas son algunas de las versiones que podéis encontrar en YouTube:

http://www.youtube.com/watch?v=AZxUmJWULvM

http://www.youtube.com/watch?v=itpXW0kKLGA

http://www.youtube.com/watch?v=24nUPMhCzpA

http://www.youtube.com/watch?v=vUZwllIeU0Y

 

 

 

 

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Con la comida… ¡¡¡SÍ SE JUEGA!!!

Con la comida…   ¡¡¡SÍ SE JUEGA!!!

Nunca he tenido problemas para que mis hijos coman de todo. Les encantan la verdura y las legumbres… el picante, el sushi… Pero es verdad que, si a nuestros hijos les cuesta probar algunas cosas, es útil introducir los sabores en forma de juego, convertir los platos en divertidas invitaciones para su imaginación.  Si además permitimos que participen en la elaboración… el objetivo de experimentar con cualquier comida estará más cerca.

    Yo cocino fatal, pero hacer esto ha sido realmente fácil:

Unos huevos, unas rodajas de pimiento y cebolla a la plancha. Para las hojas he utilizado tiras de calabacín…  (si os animáis… también sirve la berenjena). Pero si prefieren las ensaladas… también valen la lechuga, las hojas de canónigos o  las de espinacas. Os sorprenderá con qué facilidad se las comen si salen de su “dibujo”.

  Los capullos en este caso eran tomates cherry, podéis usar el tomate en rodajas, zanahorias, etc.

   Y la hierba… patatas paja!

 

Una vez pasados los aros de cebolla o pimiento por la plancha, con cuidado, se les echa un huevo dentro y a fuego lento se deja cuajar.

Con un aro de cebolla…

Y con un pimiento rojo…

El único límite…

nuestra imaginación.

Bon appétit!!!

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UN REGALO PARA TERESA

UN REGALO PARA TERESA

 

Con motivo de su boda, las amigas de Teresa decidieron encargarnos un cuento sobre la infancia y adolescencia que habían compartido con ella.

Nos entusiasmó la idea de hacer este “cuento-regalo de boda” y terminamos “Un regalo para Teresa” sintiéndonos cómplices de esa relación tan bonita.

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La princesa de las mariposas

La princesa de las mariposas

Según la leyenda, la “Princesa de las Mariposas” vivía en la torre de un castillo cerca del mar. Aunque todos la conocían por ese sobrenombre… en realidad su padre, un rey de un poderoso país de oriente, había elegido para ella un nombre de origen griego: “Sofía” porque significa sabiduría. El rey se había propuesto educarla desde el mismo día de su nacimiento para que, cuando tuviera que gobernar su país, se convirtiese en la reina más sabia sobre la faz de la tierra.

En la torre, la princesa Sofía tenía su dormitorio y un saloncito desde cuyas ventanas se podía ver el mar. Hasta allí subía todas las noches con uno de los profesores árabes para estudiar Astronomía mirando las estrellas por un catalejo.

La torre de la princesa se comunicaba con la biblioteca por el ala norte del castillo.

La biblioteca era el edificio más impresionante del recinto. Estaba llena hasta los topes de libros sobre todos  los  temas, escritos en casi todos los idiomas. Era un edificio majestuoso.

El rey había buscado a los profesores para la princesa Sofía entre los hombres más cultos, y aquellos sabios se ocuparon de que aprendiese artes y ciencias. De cada asignatura se le asignó un maestro; las dependencias para el servicio fueron creciendo… y, con ellas, el palacio.

La princesa iba, día tras día, aprendiendo cosas cada vez más complicadas.

Dama y mariposa... www.milesdetextos.com...

Cuando quiso estudiar Botánica el rey pidió que, pegado al muro del lado este, se construyesen invernaderos y mandó llenarlos de plantas de lugares exóticos que ella cuidaba y de las que aprendía en un primer momento de Botánica y luego de Ciencias Naturales (porque añadió una gran colección de insectos vivos a su invernadero). Su primer descubrimiento fue comprobar que los horribles gusanos que le traía su profesor se convertían en etéreas y brillantes mariposas de todos los colores. Enamorada de esos frágiles insectos mandó construir unos preciosos recintos de cristal a los que sólo ella tenía acceso y que sólo se abrían para sus súbditos una vez al año.

El primer día de primavera todo su pueblo estaba invitado a una fiesta que duraba hasta la noche en la que se liberaban esos insectos para convertir los jardines de palacio en una explosión de viento de colores. Desde esa primera fiesta todos conocían a la princesa Sofía como la “Princesa de las Mariposas”.

Siempre dispuesta a aprender contrató también un profesor de  Farmacia y Química y el rey mandó instalar una granja, que terminó ampliándose con una reserva, en la que convivían cientos de animales salvajes que la joven hacía traer por barco de países remotos.

El área de los terrenos reservados para la princesa crecía sin parar y, como era necesario encontrar quien entendiese de tantos animales diferentes, su padre contrató un mozo exclusivamente dedicado a esa tarea: Sebastián, que había venido de un lejano país, era el responsable de cuidar las jirafas, los monos, los pájaros exóticos, los murciélagos de la cueva artificial y los acristalados espacios de las mariposas.

La princesa pasaba sus días leyendo y aprendiendo y terminó por no salir del ala norte del palacio. Se  hacía servir la comida en los jardines que ella misma había creado frente a su dormitorio y pasaba la tarde en la biblioteca hasta la hora de dormir.

El rey empezó a preocuparse seriamente por aquella obsesión de su hija y, atendiendo a los consejos de su chambelán, decidió hablar con ella. Le comunicó que sus  asesores aconsejaban que se casase.

La princesa no pareció enfadarse y, aparentemente, no concedió mucha atención a la decisión de los consejeros de su padre. Sólo impuso una condición: “No se casaría con un hombre inferior a ella”. El que desease ser su marido debería demostrar que era al menos tan culto como ella.

A pesar de saber que esa condición limitaba mucho  los posibles candidatos, el rey dictó una proclama anunciando la decisión de su hija: “La princesa Sofía se casaría con  aquel hombre, pobre o rico, que consiguiese igualarla en conocimiento” y se dispuso en palacio una sala de baile cercana al comedor principal. El rey confiaba en que, de entre todos los jóvenes que asistirían a sus fiestas, alguno conseguiría enamorar a su hija Sofía y ella se olvidaría de esa condición que le parecía solamente un capricho. Se encontraba viejo y cansado, y quería ver a su hija enamorada antes de morir.

Pero los deseos del rey no se vieron cumplidos. Durante las fiestas, Sofía sólo pensaba en que bailando perdía el tiempo y en volver a su tranquila biblioteca.

Una tarde, mientras se escabullía en dirección a los invernaderos bordeando la muralla del castillo, un joven se acercó a la princesa. Era Sebastián.

Ella, como hacía siempre que un hombre se le acercaba, se dirigió a él en alemán y le preguntó en este idioma su nombre.

-         Sebastián – contestó él.

-         ¿Hablas alemán? – preguntó la princesa en inglés.

-         No.

-         Entonces… ¿lo entiendes? – le preguntó de nuevo la princesa en francés.

-         No – negó el muchacho con la cabeza – pero deduzco lo que vais a preguntarme. Es lógico que subestiméis a cualquiera que se os acerque. Sólo me figuro lo que vais a preguntarme ¡y os contesto lo que me parece!

Nunca nadie se había atrevido a hablarle en ese tono, y la Princesa de las Mariposas se interesó:

-         ¿Y qué te hace pensar que sabes lo que te voy a preguntar? – replicó ofendida en correcto japonés.

-         Todo vuestro saber de nada os sirve… si no lo podéis aplicar ni compartir - contestó el muchacho  sonriente al verla sonrojarse.

-         A mí me gusta aprender – contestó ella ofendida – ¡y me fastidia perder mi tiempo con necios como tú!

Terminó su frase en chino, se dio la vuelta, se fue a su cuarto, y no volvió a bajar a las fiestas de palacio.

Para no tener aquella sensación de pérdida de tiempo, la princesa le encargó a su preceptor más querido que sólo la avisase si aparecía en aquellas fiestas algún pretendiente que tuviera nivel suficiente como para conocerla. Pero no hace falta decir que el pobre hombre no encontró ninguno.

El rey enfermó y no consiguió ver su deseo cumplido.

El día que murió, la tristeza invadió todo el castillo y la princesa Sofía se hundió en la pena como si el dolor fuese agua. No volvió a sonreír. Se pasaba los días estudiando libros de magia y encantamientos. Intentaba encontrar la manera de devolverle la vida al rey.En el ala norte, los libros de Medicina estaban siempre fuera de sus estanterías y la joven princesa ni comía, ni dormía. Hojeaba sin descanso, a la luz del sol o de las velas, libros y más libros.

Cuando ya llevaba un mes en esa locura, llamaron a la puerta de su torre.

Su criado subió seguido de Sebastián; cosa que sólo consiguió irritar aún más a la princesa. Enfurecida, empezó a gritar en mil idiomas mientras amenazaba al chico con el puño.

-         Princesa,  sólo  he  venido  a  ayudaros  -  se  acercó  Sebastián con intención de calmarla  – Ese retrato que lleváis en el cuello… es de vuestro padre, ¿verdad? – preguntó señalando el camafeo con la imagen del rey que la joven llevaba sobre el pecho.

-         No te atrevas a tocarlo – le contestó ella esta vez en su idioma – o te mandaré matar. Es lo único que tengo para no olvidar nunca el rostro del rey.

-         Veréis, princesa, yo creo saber cómo solucionar vuestra tristeza - dijo el joven arrancándole el colgante de un solo golpe.

-         Devuélvemelo, malvado, inútil, ¡ladrón! – y añadió un montón de insultos más en otros idiomas mientras intentaba forzarle a devolvérselo.

Pero Sebastián pasaba el camafeo de mano en mano y lo escondió sin que ella se diese cuenta.

El joven, sin inmutarse y sin gritar, sin perder los nervios en ningún momento, contestaba que no podía dárselo, que no podía devolvérselo, porque no lo tenía. Juraba y perjuraba que había desaparecido.

-         Dámelo – gritaba fuera de sí la princesa Sofía – Devuélvemelo. Lo tienes tú, lo tienes tú. No sé dónde… pero sé que lo tienes. ¡Lo tienes tú!

Cuando Sebastián la vio rendida, en silencio ya, con las lágrimas corriendo por sus mejillas, se acercó nuevamente a ella.

-         En  el  conocimiento,  en  la  explicación  científica,  no  están todas las respuestas – le dijo –  Algunas respuestas hay que buscarlas dentro de uno. Vuestros ojos no pueden ver el retrato, pero estáis segura de que lo tengo. Eso mismo pasa con vuestro padre: vos no sabéis dónde  está… pero está. Vuestros ojos no pueden verle, ni la ciencia de la Medicina o la Química os lo van a devolver, pero vuestro corazón sabe que está con vos y que siempre estará con vos. He venido a intentar ayudaros, no a entristeceros más – dijo devolviéndole el colgante - Los gusanos se convierten en mariposas; cambian completamente… pero los dos sabemos que son el mismo animal.

Cuentan que la princesa lloró toda la noche y todo el día siguiente sin parar; y que la noche del segundo día hizo llamar a Sebastián y le pidió que se quedase un rato a su lado.

Cuentan que los dos jóvenes se hicieron amigos y que, con el paso del tiempo, se enamoraron.

Cuentan que él la llevó de viaje por todos esos países lejanos que ella sólo había visto en los libros y que dedicaban horas enteras a estudiar idiomas nuevos. A Sebastián le encantaba divertir a la princesa y siempre trataba de hacerla reír con su mala pronunciación.

Cuentan los libros antiguos… que el reinado de la reina Sofía fue el mejor que tuvo nunca aquel país.

Aún se conservan la biblioteca, los jardines, los invernaderos y los recintos para las mariposas… porque, siguiendo la tradición, el primer día de primavera todavía se abren sus puertas de cristal para dejarlas volar.

Como lectura asociada, encontraremos en “Moraleja para adultos” una reflexión sobre inteligencia emocional, relacionada con este cuento Pincha aquí

En “Reflexionamos juntos” unas preguntas, relativas al texto, para ayudar a los niños a profundizar en él según su propia experiencia Pincha aquí

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La princesa de las mariposas – Decir adiós a un ser querido

La princesa de las mariposas – Decir adiós a un ser querido

Con independencia de nuestras creencias religiosas, es difícil enfrentarnos a la muerte de un ser querido.

Por mayores y maduros que seamos, e incluso aunque la noticia no nos pille por sorpresa, siempre es doloroso asumir que no volveremos a ver a esa persona.

Para los niños en esta realidad se aúnan la crudeza del dolor de la primera pérdida, con el sentimiento de descubrir la impotencia de sus mayores ante ese suceso y el miedo a la propia muerte.

El cuento “La princesa de las mariposas” y esta reflexión son la respuesta a la petición de una profesora, Marta, que trata de ayudar a un alumno a superar el fallecimiento de un familiar.

Hace un par de años leí “Enséñame a decir adiós”, de Aída de Vicente (Editado por Gesfomedia); un magnífico trabajo que recomiendo a aquellos que estén pasando por el duro trance de ayudar a sus niños a superar una muerte. Es algo difícil de encontrar pero lo podéis encargar, como he hecho yo, en la Casa del Libro o en cualquier librería. Os digo esto porque hace un tiempo regalé el mío a una persona que lo necesitaba y para escribir este post tuve que comprarlo de nuevo.

He contactado con la autora para pedir su visto bueno a este breve resumen.

 

 

     Gracias, Aída, por tu supervisión y ayuda.

¿Cómo podemos ayudar a un niño cuando ha perdido a un ser querido?

Debe comunicarle la noticia la persona más próxima al niño y lo antes posible. Es importante elegir un sitio tranquilo y privado.

Hemos de tener presente que tan importante es lo que vamos a decir como nuestra actitud, nuestro tono, gestos y expresión. Si nuestras emociones afloran no debemos tratar de evitarlas. Hablarle sobre lo que sentimos le permitirá expresarse libremente también.

-          Con sinceridad: Es aconsejable dar la noticia explicándole de forma sencilla que la persona no ha sufrido (si la información es demasiado impactante, se puede fraccionar y primero decirle que ha sufrido un accidente, por ejemplo, para darle un poco de tiempo a entender la gravedad de los hechos). Aunque es conveniente no demorar mucho la verdad. No debemos tener miedo de hablar del tema de la muerte con los niños, no debemos dejarles “fuera” del proceso de duelo, por un afán de “sobreprotección”.

-          Es importante trasmitir con precisión que en las enfermedades, si ha sido esa la causa, hay muchos grados y que la persona fallecida estaba muy, muy, muy enferma para no asociar enfermedad y muerte y evitar paralelismos erróneos que produzcan en el niño sufrimientos futuros.

-          Hemos de permitir que exprese sus emociones sin juzgar sus actos. Ante una noticia de esa envergadura cualquier reacción es posible: enfado, tristeza, desesperación… Han de entender que llorar no es malo y dejar un resquicio de esperanza asegurándoles que, tras el lógico periodo de tristeza y duelo, recordaremos las cosas bonitas que compartimos con esa persona y que, aunque siempre la recordaremos, llegará el día en que volveremos a estar felices.

-          Animadle a hacer preguntas. Sólo así podréis despejar sus dudas o  mitigar sus  preocupaciones sobre la muerte. Es fundamental escucharle y dedicarle tiempo a diario.

-          Observad sus reacciones emocionales y tratad de ayudarle a identificarlas.

-          Explicadle en qué consisten los rituales de despedida. Se debe permitir que participe en ellos si así lo desea.

A partir de la pérdida, debemos apuntalar un ambiente familiar positivo en el que podamos alimentar su seguridad y autoestima, con constantes muestras de afecto (por supuesto sin perder de vista la disciplina en sus tareas, sus horarios, etc.) y animarle a participar en  actividades gratificantes.

“Los niños y adolescentes, al igual que los adultos, pueden aprender de la muerte y del dolor, y pueden desarrollar estrategias eficaces para enfrentarse a sus miedos y preocupaciones, a su ira o a su soledad, y de esta manera salir fortalecidos de su experiencia de duelo” (Aída de Vicente Colomina)

Aída de Vicente Colomina es Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid. Especializada en intervención psicológica en catástrofes y emergencias, ha trabajado como supervisora del  Centro de Coordinación Nacional de Emergencias de Cruz Roja y forma parte de los  equipos psicosociales de respuesta Inmediata. Con amplia experiencia como docente y formadora, imparte cursos sobre intervención psicológica en emergencias y situaciones de crisis para diferentes organizaciones y trabaja en el Consejo General de Colegios Oficiales de Psicólogos.

 

Esta “Moraleja para adultos” es una reflexión sobre educación asociada a un cuento.

En “Cuentos para niños” podemos encontrar el texto sobre el que trabajar con nuestros hijos para estimular su aprendizaje de inteligencia emocional Pincha aquí.

En “Reflexionamos juntos” unas preguntas, relativas al cuento, para ayudar a los niños a profundizar en él según su propia experiencia: Pincha aquí  

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